Por Pedro Bosque Pérez
PONCE – Aunque los terremotos que afectaron a Puerto Rico durante el 2020 golpearon los arrecifes de coral, estructuras naturales de las que dependen los peces para alimentarse y sobrevivir, no hay un estudio que detalle la extensión del daño que sufrió ese ecosistema y su efecto en la pesca.
René Esteves Amador, director de Extensión Marina y coordinador de Investigación del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, en Mayagüez, dijo que la evidencia científica muestra una relación estrecha entre la biodiversidad y el arrecife de coral. “Un arrecife sano permite mayor abundancia de especies por metro cuadrado de hábitat”, indicó.
“Llevamos varias décadas en que la cobertura del coral vivo muere, pero permanece la estructura. Con el tiempo, esa estructura va a perder complejidad y se debilita” y los terremotos la desmoronan, explicó Esteves Amador.
Los movimientos telúricos “aceleran el deterioro del coral” y eso disminuye las poblaciones de las especies que se pescan en ese lugar. Mientras más orificios tiene el arrecife más peces se pueden esconder, pero con el deterioro del arrecife, hay menos espacios que alberguen y protejan a los peces, explicó.
En el caso de los pescadores que bucean, recordó que “escuchaban sonidos que describían como explosiones” provenientes de la actividad sísmica.
Los terremotos derrumbaron arrecifes de coral y cambiaron la composición del área que los buzos conocen, y que tenían identificadas para su pesca. “Todo cambió”, dijo.
Sismos y pandemia
La pesca tampoco estaba robusta cuando comenzaron los movimientos de tierra. Esteves Amador dijo que los huracanes Irma y María -en 2017- habían dejado su huella.
“El huracán movió arena y tapó hábitat. Si hacemos un estudio va a ser difícil separar” el efecto en la población de peces causado por los huracanes y de los terremotos, explicó.
El Coordinador de Investigación del Programa Sea Grant detalló que los huracanes golpearon los arrecifes menos profundos, mientras que los terremotos afectaron tanto a los arrecifes menos profundos como a los más profundos. Un arrecife que se derrumba no alberga la misma cantidad de peces ni de langostas.
Por otra parte, los terremotos afectaron el bolsillo de los pescadores con el cierre de restaurantes, hoteles y la pérdida de ventas en las pescaderías. Además, los pescadores a veces no tenían disponible una gasolinera o una empresa para llenar los tanques de buceo.
Esperan mejores tiempos
Por su parte, el alcalde de Juana Díaz, Ramón Hernández Torres, dijo que los pescadores “vivieron situaciones difíciles luego del huracán María y los terremotos. Pero hay buena pesca y se mantiene”.
Hernández Torres dijo que en el sector Singapur, del barrio Pastillo, en Juana Díaz, hay una villa pesquera, “pero no hay asociación de pescadores, como lo hubo en un momento. Queremos ayudar a crear una asociación de pescadores para que acceda a fondos municipales y estatales”.
“Lo importante es que la pesca se mantenga. Queremos darles vida a nuestros pescadores”, dijo Hernández Torres, y destacó el impacto económico de la actividad pesquera en Juana Díaz.
Apuntan otros problemas
Luego del huracán María fue un año muy difícil. No hubo mucha pesca. Pero del 2018 para acá si hay pesca”, aseguró Lionel Franceschi, conocido en Peñuelas como ‘Wingui’ y quien lleva pescando 45 años.
“Hay días que hago pescas buenas, pero hay muchos que son pescas malas. Todos los días salgo, hecho $30 de gasolina -antes de los aumentos de las últimas semanas-. Pero si yo me ganó $100 en una pesca es mucho. Hay mucho gasto”, afirmó.
Detalló que entre los peces que coge está el chillo, capitán, dorado, colirubia, arrayao, sierra y mero, que se coge poco por las vedas. También coge langosta y carrucho, que está escaso. “El pescado que más se vende es el chillo y el capitán, que se vende mucho a los restaurantes”, indicó.
Franceschi apunta a otros problemas a los que se enfrentan los pescadores. “(La pesca) ha cambiado para mal. Mucha contaminación, que lleva a uno a viajar lejos. Los pescadores del sector El Boquete -en el barrio Tallaboa Encarnación, en Peñuelas- vamos a Caja de Muerto porque es donde hay más pesca. Pero los islotes están desapareciendo y el mangle que había en ellos. “El cambio climático ha sido fuerte, más la contaminación”, señaló.
También destacó el desplazamiento que sufren los pescadores en la costa por construcciones que denuncia que son “ilegales” por no contar con permisos.
A eso sumó la infraestructura deteriorada que, en el caso de los pescadores de El Boquete, en Peñuelas, tienen un muelle con varillas expuestas, lo que pone en riesgo la vida al momento de desembarcar.
“Esta serie de escollos y problemas lleva a que cada vez, menos personas se dediquen a la pesca”, dijo.
Por su parte, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), agencia que lleva las estadísticas de la pesca en Puerto Rico, indicó que datos preliminares de 2020 muestran que la pesca en todo Puerto Rico se redujo cerca de un 30%, al comparar el 2019 con el 2020.
Un informe el DRNA señala como un factor en la reducción de la pesca los terremotos de 2020, “que impactaron más el área suroeste de Puerto Rico y cuyas réplicas continuaron por todo del año”.
Y el otro factor fue la pandemia de Covid-19, que a partir del 15 de marzo de 2020 llevó a tomar medidas para evitar los contagios, como la reducción de la actividad de los restaurantes y otros negocios, lo que a su vez redujo las ventas de pescado y marisco hasta julio de 2021, de acuerdo con el DRNA.
Muchos pescadores comerciales detuvieron su faena para evitar los contagios por Covid-19 y recibieron de desempleo $2,400 mensuales.
El Departamento de Agricultura, criticado por su dejadez con este sector, no respondió la petición de entrevista ni accedió a entregar la información sobre el tema.