Por Sandra Caquías Cruz
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YAUCO – Cuando una relación de pareja se disuelve y hay hijos entre ambos, es casi una norma el que la madre asume la custodia de los menores, pero qué pasa cuando mamá es la que se va y papá asume la custodia y no es solo un hijo, tampoco varón, son tres y todas niñas de 2, 4 y 5 años.
A esa situación se enfrentó Fernando Pérez Mattei, conocido en su natal Yauco como don Lolo. “(Asumir la custodia de las niñas) lo veía como un deber”, dijo el hombre frente a dos de sus hijas: Rebeca y Jania Pérez Troche. Su hija Melixa Pérez Troche ya no está. Murió de cáncer.
“Muchas personas me decían, ‘eso es muy difícil’. ‘Vas a tronchar tu vida’, pero yo lo veía como una obligación como ser humano, porque el amor de padre es tan sincero y puro que podía vencer todas las adversidades”, expresó don Lolo, quien tenía 20 años cuando asumió la custodia de las tres niñas.
Papá Lolo, como lo llaman sus hijas, tuvo que dejar de trabajar para criar sus niñas, y sí, era el único hombre en la casa, en algunas ocasiones hasta prestada porque no había con qué pagar el alquiler de una vivienda, narró sentado en un sillón en su sala, en el Barrio Almácigo Bajo, en Yauco.
Relató que cuando una de las niñas se enfermaba buscaba quién le cuidará las otras dos, en la mayoría de las ocasiones la abuela materna, para llevar al hospital la que estaba enferma. “Yo la cuidaba mientras pasaba la crisis de enfermedad”, dijo.
Don Lolo tuvo un carro, pero lo vendió porque al tener que dejar de trabajar, el dinero no el alcanzaba para seguir pagándolo.
“No podía dedicarme a otra cosa porque las niñas eran pequeñas… Sobrevivimos con limitaciones, pero lo logramos”, afirmó. Recordó que se levantaba a las 6:30 am. preparaba el desayuno y preparaba las niñas para llevarlas a la escuela.
“Desde muy pequeña aprendimos a hacer muchas cosas de la casa. Fuimos parte de ese proceso. Nos integrarnos en la comida, lavar ropa”, mencionó antes de recordar que hasta de Guayanilla las visitaban personas, que eran maestras, y que ayudaban a las niñas a realizar las asignaciones. Jania, la hija más pequeña, recordó que su papá se levantaba temprano y caminaban a pie hasta la escuela, en el centro urbano de Yauco. Las dos hijas mayores se quedaban en la escuela, pero el hombre regresaba con la más pequeña a la casa a cuidarla y encargarse de las tareas del hogar.
“Llevaba a la escuela a las mayores y regresaba a casa con la otra. Me ayudaba durante el día. Iba al mediodía a ver las nenas a la escuela y después por la tarde a buscarlas. Cuando regresaban por la tarde, hacían las asignaciones y yo preparaba la comida, y así terminábamos de noche”, recordó.
La hija mayor recordó que su papá le entregaba una peseta (25 centavos) y la dividían para todas. “Había que dividirla entre tres”, dijo.
También recordó que hubo ocasiones en que su papá no sabía identificar ropa de varón y le llegó a comprar medias de varón que ellas usaron. No obstante, señaló que mucha de la ropa se la regalaban, algunas usadas otras no. En la vivienda no había fuente de ingresos.
“Muchas personas estuvieron dando el apoyo a él para que pudiera estar con nosotras. También hubo muchos ángeles que nos ayudaron”, comentó la hija menor. “Siempre son muchas las manos en ese proceso. Llega la amiga de la amiga, la amiga la tía, la abuela, y se involucra en el proceso”, abundó la hija mayor.
Don Lolo recordó que la tarea del hogar más difícil era lavar la ropa de cama. No tenían lavadora porque no había dinero para comprarla. Echaban la ropa en una bañera y así lavaban. Las niñas fueron creciendo e involucrándose en las tareas del hogar. La mamá de las niñas se mudó a otro municipio. Al presente reside en otro pueblo del sur. Ocasionalmente se ven.
Papá Lolo no sabía cocinar cuando se quedó con las niñas. Aprendió a preparar arroz, habichuelas y algo para alimentar a sus retoños.
Dijo que se sentía extraño porque era la figura que representaba a las niñas y se topaba con mujeres. Fue una época en que no había muchos papás que se integraran en los cuidados de sus hijos, en especial, visitar las escuelas o acompañarlas a los médicos, señaló.
“Hubo muchos momentos difíciles. Las enfermedades de las niñas me hacen sufrir mucho porque los sentimientos eran bien profundos y estaba solo. Inicialmente los quehaceres de la casa fueron bien difíciles. Tenía que hacer las cosas a mano porque no tenía recursos para comprar una lavadora. Era toda una tarde bien sacrificada; y también era doloroso”, dijo.
“Cuando las niñas crecieron y las tres estaban en la escuela, un vecino se le acercó para invitarlo a trabajar en un restaurante. Él aceptó porque era un trabajo diurno y cerca del hogar. Eso se convirtió en una fuente de ingreso.
Don Lolo recordó que, el día que su hija Melixa se casó fue uno de los más felices que ha vivido porque la llevó ante el altar. Melixa murió de cáncer tras batallar contra esa enfermedad. Dejó dos hijos, uno de ellos, el mayor, también murió. “Fue un cáncer bien agresivo y no se pudo recuperar. Ella luchó. Vivió cinco años con cáncer y escribió un libro”, dijo.
“En mi casa nunca nos faltó nada. Pudimos haber pasado necesidades, pero como dice mi papá: sobrevivimos”, expresó Rebeca. “Yo me siento realizado”, abundó don Lolo, quien recibió un duro golpe cuando el huracán María le destruyó la casa.
“Uno no se puede quitar ante las adversidades. Tiene que seguir con su propósito”, dijo el hombre de 69 años.
¿Qué le falta por hacer? “Ay, yo me siento realizado. Me siento espiritualmente lleno y en paz; que si me tocara irme en este momento, me iría feliz”, respondió.