El fallo cardíaco puede comenzar con síntomas sutiles, lo que retrasa el diagnóstico.
Más de seis millones de personas en EE. UU., incluyendo Puerto Rico, viven con fallo cardíaco, y se estima que aumente a ocho millones para 2030, según la Asociación Americana de Cardiología. Este diagnóstico es una de las principales causas de muerte y de admisión hospitalaria en el mundo, aunque muchos pacientes desconocen que padecen esta condición, y suelen ser diagnosticados en etapas avanzadas.
El cardiólogo Edwin Molina explica que el fallo cardíaco puede comenzar con síntomas sutiles, lo que retrasa el diagnóstico. Hay dos tipos principales de fallo cardíaco: sistólico y diastólico. En el fallo sistólico, el ventrículo izquierdo no se contrae correctamente y no bombea suficiente sangre; en el diastólico, el ventrículo izquierdo no se relaja adecuadamente, impidiendo que el corazón se llene de sangre.
Entre los factores de riesgo están la herencia familiar, el envejecimiento, otros problemas cardíacos y estilos de vida poco saludables, como el tabaquismo, el consumo de drogas ilegales, la obesidad y el sedentarismo.
Molina enfatiza que una causa frecuente es la obstrucción de arterias, influenciada por la alimentación inadecuada, pero también afectan la obesidad y problemas en las válvulas cardíacas.
La obesidad, además, puede contribuir al fallo diastólico y está asociada con apnea del sueño, diabetes y colesterol elevado, todos factores que incrementan el riesgo de fallo cardíaco.
Molina señala que algunos síntomas incluyen dificultad para respirar durante la actividad física, fatiga incluso tras descansar, hinchazón en tobillos o abdomen, aumento de peso por acumulación de líquidos y problemas para dormir acostado. Otros síntomas pueden incluir tos, náuseas y pérdida de apetito. También menciona que sentir fatiga extrema en situaciones cotidianas puede ser un indicio de fallo cardíaco y que muchos pacientes duermen en posición elevada para evitar problemas respiratorios al acostarse.
En cuanto a los tratamientos, actualmente existen medicamentos, dispositivos como marcapasos y desfibriladores, y en casos más graves, trasplantes de corazón. Aunque en Puerto Rico no está disponible toda la tecnología avanzada, sí se cuenta con dispositivos implantables que ayudan en etapas avanzadas de la enfermedad.
No obstante, Molina asegura que la prevención es posible mediante ajustes en el estilo de vida: actividad física, una dieta saludable y otros cambios pueden ayudar a prevenir o retrasar el fallo cardíaco.
Por último, subraya que un paciente con antecedentes cardiovasculares debe mantener un seguimiento médico constante, incluso si no presenta síntomas, ya que su condición requiere monitoreo y cuidados continuos para evitar complicaciones.
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Por Centro Médico Episcopal San Lucas