Por Sandra Caquías Cruz
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GUAYANILLA – El golpe que el terremoto causó en la comunidad El Faro, en este municipio, comenzó a aflorar en las emociones de los que a diario viven la rutina de sentir la tierra temblar y el mar entrar a sus patios.
La comunidad El Faro comenzó a quedar desolada. Las familias que vivían en casas alquiladas se fueron. Las pocas familias que quedan son propietarios, en cuyo interior se comienzan a abrir heridas emocionales y la angustia de un futuro incierto.
En El Faro el suelo tiembla a diario. También a diario entrar el mar a los patios de gran parte de las casas, en especial a las de “los de la mar”. Así llaman a los que viven cerca de la orilla.
Antoni Espinal Figueroa, uno de los residentes que cría dos niños -5 y 8 años- en el lugar, describió que el ánimo de muchos de sus vecinos ha cambiado. “Tu los oyes gritando”, dijo antes de aclarar que se trata de personas que, antes del 7 de enero, no los escuchó hablar en ese tono de voz.
“Algunos están afectados emocionalmente. A unos se les nota a otros no. Unos más agresivos, pero normalmente tu conoces que esa persona no es así, esa parte psicológica se le nota que hay algo de tensión, nos saben cómo liberarlo, y pues”, lamentó.
“A veces los escuchas gritando, los escuchas en un tono de voz que no es el de ellos, pero ahí vamos, poco a poco. Aquí hay algunos que nos gustarían que nos reubiquen, otros que no”, indicó sentado en el tronco de un árbol que hay frente a su casa y mientras observaba la gran cantidad de autos que llegaban al lugar para tener que virar porque el agua de mar obstruye el paso por la carretera.
¿Temes quedarte aquí?
“Bien que sí. Ahora mismo me estoy quedando en Las Quebradas, en el patio de una casita”, señaló. “Aquí nosotros no dormimos”, dijo.
Explicó que su familia ha tenido la intensión de quedarse en El Faro, pero uno de los niños le preguntó si era cierto que regresarían a dormir en esa casa porque él tenía mucho miedo.
“Yo, tratando de jugar con él, le dije que eso (sismos) ya pasó, tratando su psicología a ver si me funciona, porque yo aquí no voy a poder dormir en paz”, subrayó.
¿Desde el 7 de enero no duermes en paz?
“Cada temblorcito, cada ruido, a veces son muchachos con música y se oye el estruendo del bajo, y no sé si es el sonido de la música o un estallido de las ondas, como le llamen, porque después de eso viene el jamaqueo. La tensión sí está, entre muchos de los que vivimos aquí”, describió.
Espinal Figueroa explicó que desea que los relocalicen para, junto a sus dos niños, poder continuar sus vidas. “Yo no tengo más nada”, dijo antes de señalar que entre sus vecinos las opiniones sobre la relocalización están divididas. Indicó que alrededor de la mitad apoya el que los relocalicen y la otra mitad no tiene planes de salir del lugar.
Sobre la inundación que hay en el vecindario, dijo que “el mar se ha ido metiendo más de lo normal… Ahora (tras el terremoto), de cantazo fueron como unos 30 a 35 pies, nunca había llegado a la carretera donde está”.