Por Floridalia Córtes Arroyo
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Dalila Colón Rivera siempre ha estado convencida de que su mayor propósito de vida es servir a otros y hablarles del amor de Dios. Como misionera ha visto de cerca el dolor y la escasez, pero su corazón de servicio la motiva a llevar palabras de fe y esperanza a los más necesitados.
Desde muy joven, Dalila realizaba viajes misioneros, pero hace 22 años visitó la comunidad de Los Miches, en Dajabón, y quedó conectada con su gente. Dajabón es un pueblo de la República Dominicana, localizado muy cerca de la frontera con Haití.
“Desde el primer día que fuí a ese lugar, no pude sacarlos de mi corazón. Dios puso en mí la necesidad de servir y ayudarlos y es lo que he tratado de hacer”, relató la vegabajeña.
Dalila, cosmetóloga de profesión, decidió acogerse a su jubilación para compartir más con su esposo y dedicarse a las misiones, pero muy poco tiempo después enfrentó la pérdida de quien fuera su compañero de vida por más de 50 años. Es entonces cuando la mujer decidió dar un giro a su llamado misionero.
Con el dinero que obtuvo de su retiro, compró un terreno en la comunidad de Los Miches y construyó una casa de misiones.
“El propósito es que los misioneros cristianos que van a República Dominicana y Haití tengan un lugar seguro donde dormir. Los hoteles quedan muy alejados de la zona y muchos misioneros no cuentan con dinero para costear un lugar, pero pueden quedarse en la casa de misiones, localizada en la misma comunidad, y no tienen que pagar”, explicó.
Dalila, de 83 años, comentó que en la comunidad Los Miches hay mucha pobreza y necesidad. “Allí uno ve las casas con pisos de tierra, la comida es poca y muchas familias no saben lo que es tener luz eléctrica. Cada vez que viajo regreso con una carga y cuando vuelvo allá trato de trabajar en ese proyecto que dejé pendiente”, relató antes de descrcibir la labor en esa comunidad.
“Además de llevar ropa, comida y artículos de primera necesidad, realizamos clínicas de salud, talleres de carpintería, cosmetología, costura, huertos caseros y muchas cosas que los ayuden a buscarse el pesito. Queremos ayudarlos a que puedan desenvolverse, pero tenemos una misión principal y es hablarles y testificarles sobre el amor de Dios”, dijo la octogenaria.
La casa de misiones es un proyecto personal que Dalila sintió en su corazón. El lugar no tiene lujos, pero da albergue a 16 misioneros y cuenta con las comodidades básicas como cisterna, planta eléctrica, camas, cocina y dos baños.
“Son muchas las historias y es gratificante cada avance, cada ayuda. Hasta ahora, Dios me lo ha dado todo. ¿Cómo voy a negarme a dar un poco de lo que tengo?”, indicó.
Además de este ministerio, Dalila participa en el proyecto Pan de Amor de la iglesia Catedral de la Esperanza en Río Piedras; un programa de ayuda a deambulantes.