Por Miguel Díaz Román
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El riesgo de tsunami o maremoto en el país y el efecto catastrófico que se asocia a este tipo de fenómeno está exagerado en la mente de la ciudadanía, quienes suelen imaginar olas gigantezcas que arroparían la isla y en realidad la mayor parte de los maremotos que se avisan van a ocurrir y no tendrán el efecto destructivo y generalizado que la gente teme, sostuvo el geomorfólogo José Molinelli Freytes.
“Ni se va a hundir la isla, ni nos va a destruir un terremoto y ni un maretomo (tsunami) va a barrer la isla completa. El maremoto es un fenómeno limitado a la zona costera y en Puerto Rico en 500 años, lo menos que ha entrado un maremoto es menos de 500,000 pies en áreas bien llanas pegadas a la costa y la altura máxima son marejadas de 18 pies. La mayor parte de los maremotos van a ocurrir y no van a tener ningún efecto”, sostuvo Molinelli Freytes, durante una reciente teleconferencia realizada por la Fundación Rafael Hernández Colón, titulada “Terremoto 7.5, ¿Está Puerto Rico preparado para un terremoto catastrófico?”.
Molinelli Freytes indicó que la percepción de la gente sobre los maremotos está afectada por las imágenes que con frecuencia se difunden en los medios de comunicación sobre la ocurrencia de estos fenómenos en países asiáticos como Japón, Indonesia y Tailandia, por mencionar algunos.
“Lo que pasa es que cuando la gente oye “maremoto” piensa que en olas gigantezcas que van a venir. Eso es como decir “huracán” y que la gente piense en vientos de 500 millas por hora o como su fuera un supertornado, cuando en realidad la frecuencia de que eso va ha ocurrir es extremadamente baja. La percepción del riesgo de tsunami está exagerada en la mente de mucha gente. Por eso cuando uno explica la gente se calma, porque la gente necesita una visión balanceada de lo que es y lo que no es”, dijo Molinelli Freytes.
Indicó que existen diferencias entre las placas tectónicas que yacen debajo del mar en la zonas asiáticas y las placas tectónicas de la zona caribeña, por lo que los maremotos que suelen ocurrir allá pueden generar efectos más devastadores.
“Esa escena de lo que vimos en Japón es extremadamente improbable en la región del Caribe, porque el sistema tectónico es distinto, las placas y la rapidez como se mueven es diferente. El punto es que hay que estar preparado para el peor evento. En el 1918 hubo un terremoto de 7.3 y produjo un maremoto con olas de 18 pies, que causó la muerte de 40 pescadores en la costa. Eso no quiere decir que no pueda haber un evento mucho más grave, pero la probabilidad es baja”, dijo Molinelli Freytes.
El geomorfólogo sostuvo que su mayor preocupación con la costa sur y con toda la isla, es la tradición de construir viviendas sobre columnas, un tipo de construcción que también abunda en la zona central de la isla, y las escuelas construidas con el criticado diseño de columna corta.
“Me horroriza saber que han aprobado el uso de escuelas que tiene la comuna corta, que es poner en peligro la vida de estudiantes y maestros. Si ocurriera un sismo estaríamos ante una catástrofe avisada”, sostuvo.
Otra fuente de preocupación, indicó Molinelli Freytes, es la ausencia del criterio de zonas expuestas a riesgo sísmico, en las evaluciones que realiza la Junta de Planificación (JP) para aprobar permisos de nuevas construcciones.
Explicó que la zonas de riesgo sísmico serían aquellas que por la conformación natural del suelo o por la intervención de hombre, son suceptibles a sufrir con mayor intensidad los efectos de un sismo. Presentó como ejemplo la zona de Isla Grande, en San Juan, donde existen varios terminales portuarios y el gobierno estableció el Distrito del Centro de Convenciones.
“En Isla Grande se están haciendo inversiones multimillonarias y es sabido que esa zona está hecha con relleno”, indicó Molinelli Freytes, al destacar que los suelos formados por relleno o por el transvase de material terrestre, suelen amplificar los efectos de los sismos.
Agregó que tampoco existe un reglamento para ordenar la aprobación de permisos en zonas suceptibles a tsunami, lo que permite que la JP apruebe la construcción de escuelas, centros comerciales y urbanizaciones en estas zonas que podrían enfrentar la entrada de agua del mar si ocurriera un maremoto o tsunami.
Molinelli Freytes sostuvo que si un sismo afectara las represas del país, causaría grietas en esas estructuras por las que escaparía agua. Pero explicó que el efecto sería equivalente a que se abrieran las compuertas para dejar salir el agua.
Sostuvo que a su juicio era más preocupante las comunidades ubicadas en zonas costeras y las más de 100 comunidades establecidas en áreas vulnerables a derrumbes en toda la isla.
Estas últimas comunidades, dijo el geomorfólogo, estarían expuestas a severos peligros si un evento sísmico ocurriera durante un periodo intenso de lluvias, porque aumentaría la probabilidad de una tragedia para los residentes debido a los posibles derrumbes y a los daños catastróficos a las viviendas.
Lamentó que el gobierno del país carezca de un sentido de previsión frente a las posibles catástrofes, una conducta que se hace evidente en la ausencia de iniciativas para fortalecer la construcción de viviendas en columnas, las cuales son muy vulnerables a sismos de baja intensidad, y para la reubicación de comunidades que se encuentran en áreas vulnerables.
Mencionó que en las zonas costeras abundan estructuras afectadas por el salitre y diseñadas al amparo de códigos de construcción antiguos, lo que propicia que esas estructuras sean más vulnerables a los sismos y maremotos.
Sostuvo que en las zonas costeras se debería requerir la construcción de edificios y de viviendas en determinada elevación, por medio de estructuras fortalecidas para resistir sismos y enfrentar posibles maremotos.
También mencionó el establecimiento de estructuras de evacuación vertical, que le permitiría a los transeuntes en la zona costera, un lugar seguro para protegerse de la entrada del mar por el efecto de un maremoto. Además de Molinelli Freytes, en la teleconferencia también participó Heriberto Acevedo, vice alcalde de Mayagüez, y José A. Hernández Mayoral, presidente de las Fundación Rafael Hernández Colón.