Por Ana Delma Ramírez
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El gesto de dolor de la tenimesista Adriana Díaz como el de la judoca María Pérez en esta fatídica mañana lleva una carga de impotencia ante la responsabilidad de ambas con el pueblo y sus fanáticos.
“Esto es muy difícil para mí”, dijo Adriana Díaz. “Realmente empecé muy bien. Todo estaba saliendo bien. Me sentía jugando bien. Yo pienso que a medida que va pasando el tiempo ella se acostumbró a mis tiros. Se acostumbró a mi fuerza, a mis servicios”, explicó la jugadora sin consuelo.
Desde su salida de la isla, cargadas de esperanza olímpica, los equipajes de los atletas llevan un peso adicional con “la presión mediática, la presión de los aficionados y del COPUR” y se ignora, aunque es algo obvio, que a este tipo de evento internacional acude a competir la crema, atletas que como ellos se han ganado por derecho propio su presencia.
Un refrán cubano dice “a estos juegos hay que ir con dos javas (en cubano bolsa de tela, plástico u otro material para llevar a mano) una para traer otra para dar”.
Las redes sociales se inundan en apoyo a los deportistas que a pesar de darlo todo no conquistan la medalla, pero otra mayoría los critica, le exige y los presiona.
Esa reacción no es exclusiva de Puerto Rico está sucediendo en varios países, que se tiene constancia a través de las redes sociales.
Las atletas boricuas no son las únicas que han llorado, sucedió con una japonesa judoca, una boxeadora y la más impactante la tenista y abanderada de Estados Unidos, Coco Gauff, quien perdió y no ha podido procesarlo.
La boricua Adriana Díaz, luego de ganar los primeros dos sets, cayó ante su rival desconocida la norcoreana Pyon Song Gyong, quien se llevó los últimos cuatro para adelantar a cuartos de finales.
La situación de María Pérez fue más frustrante y adversa, la experimentada judoca a quien sólo le faltaba añadir a su palmarés una medalla olímpica, fue descalificada “por protección al ejecutar una llave” no pudo adelantar a la ronda, la tres veces competidora olímpica fue descalificada por una técnica donde su cabeza cae primero que el cuerpo.
María, de la categoría de 70kilos, en el recorrido hacia el área de descanso de los competidores estaba llorosa y en shock.
Los últimos acontecimientos de eventos internacionales, como sucedió con el vallista ponceño Javier Culson, en Río 2016, no despertaron la empatía de la fanaticada para con los atletas que ganan o pierden.
