Por Sandra Caquías Cruz
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SANTA ISABEL – La pandemia por el coronavirus comenzó y la finca de Rudy Rosaly Santiago, en el barrio Gabia, en este municipio, estaba repleta de racimos de plátanos que en pocos días debía recoger.
Una Orden Ejecutiva amenazaba al joven agricultor de perder sus cultivos porque sus clientes, la mayoría dueños de restaurantes, no podían abrir sus negocios y los consumidores tampoco podían salir de sus hogares.
“Era la primera vez que veía el plátano tan estanca’o”, describió sobre un producto que vendía por miles de racimos para ser llevados a dueños de restaurantes. “Antes de la pandemia, la gente me salía a comprar los plátanos por cuerdas”, dijo.
Ante ese panorama, Rosaly Santiago decidió no amilanarse y en pocos días supo que podía salir en busca de un mercado a quien venderle sus plátanos. Utilizó las redes sociales y decidió, en diálogo con otros agricultores, comenzar a preparar cajitas de productos y venderlas a $20.
El canal de mercadeo era Facebook y su celular. Así anunciaba lo lugares que estaría recorriendo con sus cajas de plátanos, piña, vegetales y todos los cultivos que pudiera conseguir. La ruta cubrió Ponce, Juana Díaz, Santa Isabel y Salinas.
Las primeras cajas las consiguió con un amigo y luego comenzó a reciclar cajas. También le llegaron otros productos. En sus recorridos contactó un intermediario que le consigue otros alimentos, como aguacates, que le trae de la región norte.
“En la calle me encontré con personas que compran en plazas y nos traen mercancía de allá, como los aguacates y las chinas, que en esta época no hay”, dijo.
Indicó que también consiguió un distribuidor de miel de abeja y hasta un vendedor de parchas que bajó de un pueblo de la montaña y le ofreció esa escasa fruta. Resaltó que poco a poco fue aumentando la variedad de productos.
“Cuando llegó la pandemia (del coronavirus) tuve que reinventarme”, afirmó frente a productos que nunca cultivó como la berenjena y el aguacate. También vende papayas, piñas, melones, guineos verde y maduros.
A las pocas semanas de vender cajas de frutas y vegetales, notó que los consumidores comenzaron a salir con más frecuencia, tal vez con mayor confianza para la adquisición de alimentos frescos, por lo que decidió levantar, a pasos de la entrada a su finca, un toldo bajo el cual coloca una mesa y a diario vende sus productos.
“Conseguí no perder la cosecha, aunque siempre perdí algo, pero ayudo a otros agricultores a salir de sus productos; yo vendo mis plátanos y hasta tuve que contratar a un empleado para que me ayudara en la finca porque esto requiere tiempo”, dijo.
Rosaly Santiago reconoció que la venta de alimentos en cajas ha mermado porque sus clientes prefieren seleccionar los productos según sus necesidades y preferencias. “Siempre hay alguien que las pide”, comentó.
Explicó que piensa mantener su cultivo de plátanos y varios productos, así como la crianza de pollos, pero comenzó a realizar gestiones para obtener los permisos e incluir en sus labores la venta al detal de frutas y vegetales.
Mientras, según narró, la pandemia le enseñó que la agricultura es una industria en la que constantemente debe estar innovándose porque nadie sabe cuál será el próximo golpe y debe estar preparado.
Indicó que sus clientes de restaurantes, a los que llega con intermediarios, comenzaron a regresar y pedirle plátanos, pero los que antes le compraban hasta 1,000 racimos ahora se llevan 200, “que es bien poco”.
Indicó que aun cuando contrató otro empleado, trabaja más horas, sus nuevas funciones le requieren más esfuerzos y no ha notado ganancias; y sí perdió plátanos que no pudo salir a vender y se dañaron porque no llegaron cliente.
“Pero estoy satisfechos; he sacado productos de otras fincas que de lo contrario se hubieran perdido”, dijo.
“Con la pandemia mucha gente paró, pero yo decidí seguir trabajando y no estoy perdiendo el plátano”, aseguró Rosaly Santiago, quien trabaja la finca junto a su esposa y un grupo de empleados. Al presente tiene unas 100 cuerdas, la mitad de ellas son propiedad de sus padres. Allí también tiene dos ranchos en los que cría pollos, alrededor de unos 30,000 por ciclo.
El joven estudió electricidad, pero un día decidió poner a producir la finca de sus padres y desde entonces se dedica a la agricultura.
Lo primero que sembró fueron 2,000 semillas de plátanos y poco a poco las fue reproduciendo y aumentando la cantidad de tierra, algunas alquiladas.