Por Sandra Caquías Cruz
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PONCE – La Ciudad de Ponce ha tenido grandes deportistas y el baloncesto no ha sido la excepción, pero detrás de los vítores que acompañan esos triunfos hay héroes y personas que han servido de guía para encaminarlos a una exitosa vida profesional.
Ese hombre grande, ese modelo, ese abuelo que observa desde las gradas, en Ponce tiene nombre y apellido: César Daniel Bocachica Cordero, un hombre de 6 pies 2 pulgadas de estatura, que recién cumplió 84 años y que tiene 44 años de asistencia perfecta a las canchas del complejo deportivo de la urbanización Constancia, en la Ciudad Señorial.
“El baloncesto me ha ayudado mucho, y yo me dije, tengo que ayudar a otros para que puedan tener lo mismo que yo”, expresó Bocachica, sentado en las gradas mientras observaba un grupo de jovencitos que entrenaba.
“Llegué al equipo de Ponce un nene. Tenía 16 años y salí de 30, con una familia y el título de ingeniero. El baloncesto me dio tantas cosas, me ayudaron a ser como soy, y yo tengo que agradecer el que me hayan dado esa oportunidad”, dijo el ingeniero electricista que trabajó como director de recursos humanos en la desaparecida petroquímica CORCO, esta antes del cierre de la década de 1970.
César Bocachica, quien lleva 57 años casado con Melba Salvador Figueroa, nació en la calle 4 de la comunidad Bélgica, en Ponce. Su papá fue el zapatero Daniel Bocachica y doña Rosario Cordero Martín. Lo crió su mamá y la abuela materna en la calle Cruz, también en Bélgica.
“Gracias a la música”, según dijo, incursionó en el deporte. Eso fue así cuando una tarde iba a las clases de música y en su ruta, al pasar por el antiguo Colegio de Varones escuchó el golpe de la bola cuando rebotaba en la cancha y decidió asomarse. Así identificó que era el equipo Ponce Leones los que practicaban en el lugar.
Un espigado Bocachica no tardó en recibir un acercamiento de Willie Vicens, quien le preguntó si jugaba baloncesto y por qué no llevaba el uniforme puesto. El adolescente salió corriendo a su casa em busca del uniforme. La mamá le preguntó que ocurrió y decidió inventarse que se le había quedado la boquilla Mientras, ocultaba el uniforme de baloncesto en el saxofón y salió corriendo a la cancha, donde se integró al equipo. En el 1955, Bocachica hizo equipo para jugar con los Leones de Ponce, pero no fue hasta el año siguiente que entró en acción. Jugó con los Leones de Ponce 14 semifinales, nueve finales y tiene en su bagaje cinco campeonatos.
En su historia del baloncesto también resaltó la experiencia, que aseguró no olvidará, de haber representado a Puerto Rico en las Olimpiadas de 1960, en Roma. También fue a Panamericanos, Centroamericanos y diversos torneos, incluyendo en Filipinas.
Pero sin lugar a dudas, la mayor satisfacción la logra con los miles de niños que pasan o hicieron una carrera deportiva tras las enseñanzas recibidas en el Complejo Recreativo Constancia, el que inicialmente fundó como Liga Infantil de Baloncesto en Constancia.
A Larry Seilhamer lo recordó como un niño que llegó a Constancia con pelo rubio y largo, por lo que le preguntó ¿Y cómo vas a ver la bola? De Toñito Colón recordó que llegó de la mano de su padre para aprender a jugar béisbol, pero le pidió el guante, lo lanzó a un lado y le dijo: ‘tú vas a jugar baloncesto’. También mencionó a muchos otros baloncelistas, como ‘Pirulo’ Colón.
“Hay muchos muchachos que han tenido la dicha de estudiar con becas de baloncesto, a base de dedicación y la cooperación de un grupo de padres. Siempre hemos contado con la cooperación de un buen grupo de padres”, resaltó sobre los pilares de esa organización.
Los dirigentes son voluntarios, y en algunos casos, maestros de Educación Física que donan su tiempo. Explicó que los padres pagan una matrícula que se utiliza para la compra de equipo y mejoras de las facilidades, pero con excepción a los torneos, nadie cobra por su labor en esta entidad. “Yo no recibo paga por esto”, dijo.
“Nosotros lo que hacemos es ofrecer clínicas de baloncesto, hacemos torneos y vamos seleccionando los que hacen los equipos”, describió sobre la labor en las tres canchas con las que cuenta esa área recreativa, donde solo una de ellas está techada.
Lo importante de que los niños lleguen a la cancha, resaltó, no es que se conviertan en estrellas del baloncesto. “Hay otras cosas que se aprenden aquí; el compañerismo, la disciplina”, mencionó.
“La filosofía nuestra no es crear estrellas, es que el niño participe”, dijo.
“La satisfacción de ver a esos niños crecer, desarrollarse, y luego encontrarlos en la calle unos hombres hechos y derechos, eso vale un millón de pesos”, expresó.
“Mi esposa cree que esto es mi hobby, pero esto es mi pasión”, describió el también presidente de la Galería de los Inmortales del Deporte Ponceño, la cual reconoce aquellos atletas que le han dado realce y gloria a la Ciudad.