PONCE – Benito Ramos Quiles no pasaba desapercibido por las calles que recorría. Su guagua Chevrolet Van amarilla y la famosa canción de: “si no tienen la carita no son Payco de verdad”, anunciaba desde muy lejos su llegada.
“Yo era bien joven cuando llegué a Ponce. En mi pueblo no había muchas oportunidades de trabajo y me mudé acá para trabajar en una fábrica de bolsas, pero siempre me inclinaba a trabajar por mi cuenta. Un día pasé por la tienda de los helados Payco y pregunté el precio. En aquel momento costaba como un peso la caja de helados. Llegué a casa y saqué números. Ese mismo día me decidí a vender helados”, relató el utuadeño.
El entonces joven estaba comenzando a formar su familia y necesitaba comprar un carro.
“Lo que hice fue que me compré esta guagua que es del 1971. Pagaba un poco más de $100. Después compré un freezer y me fui a vender helados. Los vendía a 10 y 15 chavos”, contó.
“Imagínate, la guagüita estaba nueva y cuando eso ya había nacido mi hija mayor. Mi esposa se montaba con la nena y nos íbamos por ahí a vender. Yo iba a Utuado, Adjuntas, Ponce, Juana Díaz, Santa Isabel, Coamo. Ya después nació mi hijo y las otras nenas y era más difícil”, explicó.
Benito, con la venta de helados, logró comprar su casa y echar hacia adelante a sus cuatro hijos.
“El tiempo ha pasado muy rápido. La gente me ve y me dicen que yo no he cambiado y que siempre me veo igual, pero los años se van sintiendo. Yo empecé con los helados siendo muy joven y ya voy a cumplir mis 80”, contó el vendedor.
Una de las cosas que más llama la atención de los clientes y que hacen que Benito sea inconfundible, es su guagua. Hoy día, casi 50 años después, el comerciante utiliza la misma Chevrolet Van amarilla del 1971.
“Esta guagüita ha sido mi compañera. Yo la cuido lo más que puedo, la limpio, la engraso y le cambio el aceite para que me dure hasta el final”, expresó.
Aunque los clientes dicen que el vendedor de helados se ve siempre igual, este ve una gran diferencia entre el Puerto Rico de ahora y el Puerto Rico de hace 40 o 50 años.
“Yo recuerdo que cuando yo llegaba a una comunidad, las calles estaban siempre llenas de niños jugando y corriendo. Eso ya no se ve. Ahora los nenes se mantienen dentro de las casas con los vídeo juegos. Antes, siempre se veía gente por todos lados, ahora uno ve muchas casas vacías. La gente se ha ido y quedamos los viejos”, lamentó Benito con un tono de nostalgia en su voz.
Para el residente de Ponce, su trabajo ha sido el mejor empleo que haya podido tener y asegura que si volviera a nacer y tuviera que escoger una profesión, volvería a vender helados.
“Los años que me queden de vida los visualizo igual. Esto es mucho más que un trabajo, esto es una terapia. A veces yo paro la guagua y las personas mayores salen y me compran, nos quedamos ahí hablando un rato y después me voy”, contó.
Benito exhortó a que nadie se quede sin trabajar y que, si no consiguen trabajo, busquen algo que hacer o vender.
“El tiempo pasa rápido. Cuando miro hacia atrás y veo todo lo que he logrado: mi familia, mis cositas; entonces veo que, aunque no ha sido fácil, valió la pena”.