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Dos familias de Adjuntas viven en escuela desde el paso del huracán María

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Por Sandra Caquías Cruz

redaccion@esnoticiapr.com

 

ADJUNTAS – Dos familias en las montañas de este pueblo, junto a un grupo de vecinos, buscaron refugio en una escuela abandonada para allí protegerse del huracán María.

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La escuela Aquilino Rivera Olán, en el barrio Portillo, llevaba mucho tiempo cerrada y aquel 19 de septiembre de 2017, el grupo determinó convertirla en su amparo.

Las familias se repartieron los salones y comenzaron a acomodarse para convivir durante el más desastroso huracán que ha pasado por Puerto Rico en décadas.

A días de que se cumplan cuatro años de aquella pesadilla, dos de las familias todavía viven en la escuela. En las mañanas despiertan con la preocupación de que, tal vez, ese sea el día en que lleguen empleados gubernamentales con instrucciones de que deben abandonar el lugar.

Las gestiones para volver a tener un hogar no rindieron frutos para estas dos familias porque no eran dueños de las viviendas que el huracán les destruyó. No tuvieron derecho a las ayudas federales para un nuevo hogar. 

Con el dinero que recibieron de la Agencia federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y del programa Tu Hogar Renace, compraron mobiliario y arreglaron los salones que utilizaban como vivienda. 

(Foto: Tony Zayas)

“Pedimos ayuda y no nos han ayudado. Cinco veces fuimos a FEMA y nos negaron el caso totalmente y no nos ayudaron. No éramos dueños de la propiedad, pero la mamá de ella, con un abogado, nos cedía los terrenos”, explicó Juan Francisco Vargas Vargas, uno de los que vive en el lugar y que aún no comprende el rechazo de su solicitud.

“Mi casita fue destruida completamente por María. Fui a solicitar ayuda a FEMA, pero la denegaron porque no tenía escritura”, insistió. “Nos quedamos prácticamente en la calle”, abundó.

 

“Esto era un monte aquí”. 

Así describió Vargas Vargas el patio de la escuela aquel 19 de septiembre de 2017. 

Vargas, su esposa Analiz Vélez, un hijo -28 años- y un nieto -12 años, son una de las dos familias que viven en la escuela. “Nos refugiamos aquí con varias personas”, recordó. 

(Foto: Tony Zayas)

Explicó que muchos de los que se refugiaron junto a ellos, migraron a los Estados Unidos en busca de un nuevo hogar y que otros arreglaron sus hogares y regresaron a su propiedad. 

Con lo poco que la familia Vargas Vélez tenía y con lo que les regalaron fueron estableciéndose en uno de los salones del plantel, el cual tiene dos niveles. 

“Nos quedamos viviendo aquí porque no teníamos para donde coger”, dijo.

 

Temblores agrietan escuela

Empero, en enero de 2020 comenzaron los temblores de tierra y tuvieron que salir de esa estructura porque en el segundo piso se agrietaron las paredes. También sintieron temor de que con otro sismo colapsara la escuela.  

“El piso está agrietado”, señaló Analiz. Las familias tuvieron querescatar las dos estructuras que había en esa escuela para convertirlas en su vivienda.

Una tomó la estructura que una vez fue oficina y la otra familia tienen lo que fue el salón de kínder. 

A las oficinas le rehabilitaron el techo con planchas de zinc. Las familias usan los baños que tenían esas otras dos estructuras y cuyo exterior han decidido aprovechar al máximo como jardín. 

 

Desempleo le da otro golpe

La situación recién se complicó para una de las familias porque el contrato de trabajo que Vargas tenía con el municipio de Adjuntas, donde laboró por 17 años, venció y con el cambio de administración no se lo renovaron, explicó. 

“Nunca me dieron permanencia”, dijo Vargas, de 55 años. Él realiza trabajos de mecánica y en fincas cuando aparece alguna “chiripa”.

El hombre explicó que no ha querido hacer muchas mejoras en el lugar por temor a que lo saquen y pierda la inversión.

 

“Soy feliz aquí”

La otra familia que vive en el plantel es la de Rafael Velázquez y Mildred González Beltrán, de 75 y 50 años respectivamente.

“Mi casa se destrozó, ya no hay ni camino”, describió González Beltrán. 

La pareja decidió habilitar lo que una vez fue un salón de kínder y allí vive. 

(Foto: Tony Zayas)

“Esto estaba lleno de escombros”, recordó González Beltrán. Antes del huracán, ella trabajaba en un vivero, pero quedó destrozado y lo cerraron. 

En el antiguo salón de kínder colocaron cortinas de tela y así lo transforman para dividirlo como si fuera una casa. Tiene sala, comedor y cocina. Un cuarto dormitorio lo dividen de la sala con cortinas y en una de las paredes, donde tiene un televisor, clavó tablillas de la madera -tarimas- que utilizan los supermercados para levantar estibas de artículos. 

La escuela siempre ha tenido servicios de agua potable y de energía eléctrica porque, según narró Vargas, un ingeniero que trabajó para que esa comunidad tuviera energía eléctrica, dijo que no dejaría el plantel sin electricidad porque allí vivían familias que la necesitaban. 

Ambos matrimonios aseguraron estar dispuestos a pagar por los servicios que reciben del Gobierno e incluso a pagar una mensualidad por el lugar en que viven. 

Mientras, ambas familias se han encargado de sembrar. Vargas cría gallinas y otros animales domésticos. También siembra varios productos.      

(Foto: Tony Zayas)

González, quien tiene varias condiciones de salud, entre ellas esclerosis múltiple, dijo sentirse “bien” en ese lugar. “A mí me gustaría que nos dejaran aquí… yo soy feliz aquí”, expresó.

Mientras, Vargas expresó: “Yo quisiera quedarme en este lugar. Ya nos hemos acostumbrado; que nos cedan esto aquí… que no me lo regalen, pero que, si pudieran ayudar, que nos ayuden”.