Por Nellie Torres de Carella
Patóloga del habla y lenguaje
La pandemia del COVID-19 ha ocasionado que nuestros niños estén siendo educados a distancia para evitar un contagio y la pérdida del año escolar. Sin embargo, tal modalidad de enseñanza ha sido un reto para quienes han tenido que ajustarse a una nueva realidad que les ha trastocado, en mayor a menor grado, la vida diaria de la familia.
A los fines de indagar cuáles han sido los retos, nos dimos a la tarea de conocer la opinión de dos grupos afectados por la educación y servicios a distancia. Le preguntamos a un grupo de madres sobre sus experiencias con la educación a distancia y a un grupo de profesionales que se dedican a ofrecer terapias del habla y lenguaje, y encontramos lo siguiente:
Testimonio #1: “La experiencia ha sido estresante, desesperante y frustrante”, indicó una de las madres, cuya hija de 10 años tiene un trastorno de atención con hiperactividad, y quien aún se resiste a aceptar que la casa sea ahora su escuela. Añadió que se ha alterado el ambiente y la armonía en el hogar porque ahora se estudia durante todo el día, mientras que antes solo estudiaban en las tardes, luego de la escuela. Esta madre, así como muchas otras que están viviendo esta experiencia, trabaja mayormente desde su hogar y tiene que hacer malabares para cumplir con su trabajo a la misma vez que está pendiente, al lado de su hija, para que esta se mantenga atenta a las clases. A eso se le añaden las tareas de la casa, así como cocinar 3 veces al día porque su casa es ahora también el comedor escolar.
Testimonio #2: Una de las madres es terapista del habla y ofrece los servicios virtuales, mientras su hijo recibe la educación virtual, lo cual le ocasiona estrés porque hay momentos en que, mientras ofrece sus servicios, observa que su hijo está desenfocado y no puede hacer nada en ese momento para ayudarlo.
Testimonio #3: Otra de las madres, también terapista del habla y madre de una bebé de casi 2 años. Tanto ella, como su esposo, trabajan desde el hogar. Ella recalca que las terapias virtuales son un reto porque los niños que atiende se encuentran en sus hogares y a veces la conducta y la atención no son las mismas que cuando se dan los servicios presenciales. Hizo hincapié en lo difícil que fue inicialmente prepararse para las terapias virtuales, algo que no enseñan en las universidades donde se preparan para ejercer. Señaló que las sesiones requieren de más preparación para capturar la atención de los niños, tiempo que le está restando a su familia. Ella y su esposo toman turnos para atender a su hija, mientras el otro trabaja. No obstante, frecuentemente la niña sólo quiere estar con su mamá, la escucha y la llama o llora porque “Mamá está, pero no está”, algo muy difícil para explicarle a su corta edad.
Testimonio #4: Una maestra y madre soltera indicó que la enseñanza virtual ha sido “verdaderamente retante”, porque le toma mucho más tiempo preparar las clases. Su mamá la ayuda con las clases de su hijo, mientras ella enseña. Sin embargo, si su madre tiene una cita médica u otra diligencia que hacer, su niño pierde sus clases ese día porque por ser menor de edad requiere la supervisión de un adulto y ella tiene que trabajar.
Testimonio #5: Otro grupo, constituido por mujeres solteras que ofrecen terapias del habla virtuales, reportó que el mayor reto fue el trabajo en exceso por toda la preparación que requiere el servicio virtual, para el cual no estaban preparadas. Algunas tuvieron que tomar talleres y buscar nuevas ideas para trabajar los objetivos de terapia. Desde aumentar de peso por aumento del nivel de estrés hasta pasar muchas horas diarias frente a la computadora, antes y después de las terapias, 7 días de la semana, a veces hasta altas horas de la noche, preparando terapias que sean atractivas para los niños, fue el reto mayor reportado por este grupo.
Punto en que coinciden: prefieren los servicios presenciales a la modalidad virtual que, aunque necesaria en estos momentos para los niños, acarrea muchos retos.
La pandemia ha sido un reto para todos, pero escuchar las voces desesperadas particulares de cada grupo de nuestra sociedad nos ayuda a desarrollar empatía y solidaridad, ambas necesarias para la salud mental del país en esta coyuntura en la cual estamos viviendo.
Tanto las entidades gubernamentales como privadas deben ser flexibles y empáticos ante esta nueva realidad. Las reglas tradicionales no pueden regir la situación actual. Es necesario modificarlas, aunque sea de manera temporal, para ser facilitadores de miles de madres, padres, encargados y profesionales, y no penalizarlos por tratar de hacer lo mejor que pueden dentro de las circunstancias en las que vivimos.
La autora es patóloga del habla y lenguaje y directora del Instituto Fonemi de Puerto Rico