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Se hunde el bote y nadan 7 horas para sobrevivir

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Por Sandra Caquías Cruz

redaccion@esnoticiapr.com

 

GUÁNICA – El sol y las olas parecían favorecer a los pescadores Iván Alexis Cruz Vélez y su amigo Sergio Merle, cuando una mañana de septiembre de 2005 decidieron salir a la faena de pescar cerca del cayo Aurora, también conocido como ‘Isla de Gilligan’, al sur de Guánica.

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Cruz Vélez tenía un trabajo en construcción, pero también se dedicaba a la pesca. En cambio, su amigo apenas sabía nadar, pero esa mañana decidió acompañarlo.

Al llegar al área destinada, lanzaron las redes, pero después de una hora no lograron coger peces por lo que decidieron moverse a un área que llaman ‘El Palo’, a unas dos millas al sur del cayo.

“No habíamos cogido nada. El día estaba claro; y yo vengo y le digo ¿qué tú crees? vamos para ‘el palo’, así llamaban aquel lugar”, recordó Cruz Vélez.

Los pescadores bautizan sus áreas de pescas con determinados nombres, en la mayoría de los casos, utilizan de referencia lugares en tierra para identificar su ubicación.

“De momento se empezó nublar y le digo (a Merle) ‘se está poniendo feo’. Iba a ser como alrededor de las 11:30 a 12 (del mediodía). Le dije, vamos a ver qué pasa. Y de momento se formó una nube bien fea. Y empieza el oleaje. Le dije vamos a recoger el ancla, que esto viene feo. Comenzamos a recoger el mallorquín y empezaron los vientos más fuertes.

Yo le dije: ‘quédate en el motor’ para evitar que el agua entre. En lo que yo hablo, el mallorquín se atascó y él viene, y en vez de quedarse en el motor, suelta el motor y la lancha empezó a virarse para un lado.

Entonces empezó a meterse en agua. Le dije: ‘chico te dije que no soltaras el motor’. Entonces el motor se apagó. Y tratamos de prenderlo, pero no prendió. Empezamos a desaguar, pero la marejada era tan grande que empezó a llenarse de agua.

“Yo le dije, ‘pues ya tú sabes lo que va a pasar’. Trata de coger el tanque, y en ese momento, el tanque se desconectó del motor y se fue. Yo le dije, ‘no tengo salvavidas ni nada’”, recordó.

“Empezó a hundirse la lancha. Y él me decía, yo no sé nadar. Le dije ‘vamos a ver qué pasa, a ver si pasa un bote, pero aquello estaba solitario, no se veía nada” Hasta que llegó un momento en que nos quedamos de pie en la punta de la lancha”.

“Pasó como media hora, y la lancha se hundió de cantazo. La marejada me tiró. Él trato de agarrase de mí, pero yo le dije que me soltara que nos íbamos a hundir los dos”, dijo. Era cerca del mediodía.

“Luego no lo vi. Empecé a gritar Iván, Iván, como 5 veces. Y no lo escuche más. Decidí empezar a nadar… Pensé que se ahogó. El oleaje era muy alto y fuerte”, describió.

Cruz Vélez se sintió solo en medio del mar. No había una embarcación cerca. No llevaban salvavidas.

Decidió nadar. Así llegó a la orilla. Nadó varias horas, sin un lugar donde coger descanso ni un respiro. “Estuve nadando, sin mentir, casi siete horas”, dijo.

“Fue una experiencia peligrosa. Aunque en el área donde estamos yo la conocía… (cuando salía de pesca con su papá a esa zona) veía cuando los tiburones le tiraban a la sierra, pero no pensaba en eso. En lo que pensaba era llegar a la orilla y comer, porque tenía hambre”, dijo.

En ningún momento volvió a ver o escuchar a su amigo en el agua. Al llegar a la orilla miró una boya y vio lo que le pareció era una silueta, pero no pudo definir porque estaba lloviendo. Era Merle que intentaba subir a la boya, pero las conchas que se adhieren le raspaban la piel e imposibilitaban subirse a ella.

En la orilla, familiares, vecinos y amigos se comenzaban a congregar ante la preocupación de que ellos no regresaron del mar.

Según caía la tarde, el mar había vuelto a tranquilizarle, explicó Cruz Vélez sobre qué le permitió regresar sin mayor contratiempo. Recordó que al llegar se tiró a la orilla a descansar. Luego decidió caminar en busca de llegar a la casa. Llegó a un negocio. Lo único que pidió fue comer algo porque estuvieron todo el día sin alimentarse ni tomar agua.

Al día siguiente, regresó al área a buscar y sacar el bote del agua con la ayuda de un buzo. Merle no volvió a pescar.

El bote, con los colores azul y blanco, se encuentra en la parte posterior de la pescadería de Guánica, a pasos de donde salieron aquella mañana de septiembre.