Por Sara R. Marrero Cabán
GUÁNICA – Guillermo Plaza Rodríguez pasó varias horas arrodillado en la arena de la Playa Ballenas, a merced de la lluvia y el viento frío. Con sus manos, creaba túneles de dos a cuatro pies de profundidad. Su misión: encontrar nidos de tinglares.
Esta labor la repite cada 55 a 60 días junto a los integrantes de la organización sin fines de lucro que preside y dirige, Tortugueros del Sur, para asistir a tinglares en su eclosión y asegurar su viaje seguro al mar.
Este amor hacia la vida marina nació cuando primero vio una tortuga arribar la costa de La Guancha, en Ponce. La ocurrencia destapó una realidad grave: nadie monitoreaba las tortugas en las costas del Sur.
“(Yo dije) quiero hacer un grupo, quiero hacer algo para proteger las tortugas en la zona Sur”, recordó.
Fue así que el director de Tortugas Marinas del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Carlos Diez, le asignó las playas desde Guánica a Guayama, por lo que fundó Tortugueros del Sur, en el 2017.
“Es la costa más grande de Puerto Rico. (Tortugueros del Sur) es un grupo bastante reciente, pero tenemos la zona más grande”, aseguró el científico ambiental.
Al igual que Plaza Rodríguez, los cerca de 15 integrantes del grupo se dedican de manera voluntaria a la conservación de tortugas y a porteger el ambiente.
“No necesariamente trabajan en ciencias o biología. Hay de todo. Cualquier persona que quiera trabajar con la conservación de las tortugas marinas conmigo no hay ningún problema”, destacó el joven, oriundo de Ponce.
Además de asistir en la eclosión, el grupo monitorea constantemente las playas, contabilizan los nidos y crean perímetros para evitar que otros las pisen o las contaminen.
Para Plaza Rodríguez, la conservación es un estilo de vida y no se limita a las playas. Visita universidades y escuelas donde ofrece charlas educativas para fomentar el respeto hacia la vida marina, así como la limpieza de las playas.
El grupo utiliza las redes sociales como plataforma educativa, compartiendo sus experiencias en las costas y resaltando la importancia de estas especies.
“Si no tenemos unos océanos limpios, unos océanos saludables, no vamos a tener literalmente vida, no vamos a poder disfrutar de la playa”, recalcó.
31 nidos de tinglar en Guánica
Guánica es el municipio sureño con la mayor cantidad de nidos de tinglares con un total de 31, según el censo del Programa de Especies Protegidas del DRNA recopilados, hasta el 10 de junio. En estos nidos, podrían haber aproximadamnte 30 neonatos. El municipio de Dorado lidera las estadísticas con 254 nidos.
La temporada de anidación del tinglar se extiende entre los meses de febrero a julio.
El tinglar, cuyo nombre científico es dermochelys coriácea, es la tortuga más grande y puede pesar entre 800 a 1,500 libras. La misma se distingue por su caparazón coriáceo negro cubierto de manchas blancas o rosadas y dividido por siete crestas. Además, es la única tortuga marina que no posee un caparazón duro.
Esta tortuga es la más que anida en las playas boricuas y prefiere las costas arenosas, libres de arrecife y oleaje fuerte y cercas a profundidades oceánicas.
¿Por qué protegerlas?
Las tortugas marinas tienen una responsabilidad descomunal: mantener un balance ecológico.
Por su parte, los tinglares se encargan de consumir aguas vivas- también conocidas como medusas- evitando su sobrepoblación. Más aún, los tinglares están en peligro de extinción.
Sus muertes se deben a la contaminación ambiental por el depósito de plásticos y basura en las costas. También, el DRNA resaltó que una de las causas principales de muerte de tortugas marinas es la cacería ilegal para el consumo de su carne. Otras tortugas son capturadas para el uso del caparazón para crear artesanías.
Igualmente, una amenaza común son vehículos, ya que el peso compacta la arena provocando el colapso de los nidos y atrapando a las tortugas bajo tierra. Esta problemática es común en las costas de Guayama y Guayanilla, señaló.
Entretanto, el alumbrado en las playas, la construcción de muros y la pobre planificación del desarrollo costero son las principales enemigas de las tortugas marinas.
“Sin tortugas marinas hay un desbalance ecológico súper grave. El tinglar como tal se encarga de alimentarse de lo que (son) las aguas vivas (o) medusas, y si un tinglar promedio te pesa alrededor de 800 hasta 2,000 libras, son 1,500 a 1,000 libras de aguas vivas y medusas que se come diariamente. O sea, que hasta se puede dar el caso que puede hasta duplicar su peso en estos alimentos. ¿Qué pasa? Si no están estas tortugas en el campo de las ciencias hay lo que se llama el ‘boom’ de las especies de medusas y si hay una sobrepoblación de medusas en las costas o en los océanos va a haber una gran mortalidad de peces. Y, ¿qué hace el tinglar? Está a cargo de mantener todas esas medusas y aguas vivas en control”, explicó Plaza Rodríguez.
No solo es el tinglar que se encarga de este balance ecológico. El carey, la tortuga verde y el peje blanco también comparten esta encomienda.
“El carey es una de las pocas especies que se alimenta de esponjas marinas y de parte del arrecife de coral. Si no tenemos el carey en nuestros arrecifes, no va a haber quién controle las poblaciones de esponjas marinas. Si no hay arrecifes de coral no hay peces, no hay vida y el carey lo que hace es que controla las cantidades de esponja en el arrecife que da espacio a que el coral pueda crecer bien”, detalló.
En Guayama, existe la mayor cantidad de nidos de carey en el Sur, con un total de 19. Mientras, la isla de Mona tiene 50.
Asimismo, la tortuga verde se alimenta de pasto marino y algas en el arrecife coral que controla el sobre crecimiento.
El peje blanco, por otro lado, es la especie más común en Puerto Rico debido a la abundancia de hábitats para su alimentación. Sin embargo, pocos han sido avistados.
Sargazo: amenaza constante
El sargazo que se acumula en las playas es una amenaza mortal para las tortugas marinas. Cuando los neonatos emergen de sus nidos y se dirigen a la costa, el sargazo las atrapa. En ocasiones, las tortugas quedan boca arriba y mueren debido al sol.
“Nos ha pasado muchísimas veces que cuando pasan estos eventos de sargazo vamos a la playa y nos encontramos todos los neonatos muertos encerrados en el sargazo. Ya nos ha pasado y, realmente, no quisiera seguir pasando por lo mismo”, indicó.