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Wilmer Colón y sus trazos de superación

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Por Sandra Caquías Cruz

redaccion@esnoticiapr.com

 

PONCE – El peñolano Wilmer A. Colón Echevarría estudiaba escuela intermedia cuando decidió abandonar sus estudios para asumir el rol de padre de la primera de sus cinco hijos. Abandonó la escuela no así su amor por el arte del pincel.

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Comenzó un trabajo temporero en una brigada de limpieza hasta que una maestra lo vio y le dijo que ese no era su destino. La maestra Carmen Luz González también lo ayudó para que repusiera el tiempo perdido; y así fue como Wilmer se reintegró a sus clases en busca de completar sus estudios de escuela intermedia y superior.

Otras puertas también se le abrieron a Wilmer y entró por ellas mientras refinaba su habilidad con el lienzo, las pinturas, formas y colores. Llegó a la Universidad inseguro de qué estudiar. Intentó biología, pero nada lo apartó de las bellas artes. Wilmer no completó la universidad.

El municipio de Peñuelas le dio un espacio para dirigir diversos proyectos culturales. Mientras, pintaba cuadro que sus amigos le compraban y así iba dándose a conocer entre los artistas. El exalcalde “me obligó que me fuera a la Universidad y terminé un bachillerato administración”, resaltó.

“Y eventualmente, la Pontificia Universidad Católica me convalidó la experiencia en el arte y los créditos que se necesitaba para hacer una maestría en arte con una especialidad en dibujo de pintura. Así, fue que completé una maestría. He dado clases de apreciación al arte a estudiantes universitarios”, relató.

También tiene un grupo de estudiantes a los que le ofrece un taller de dibujo por Internet. Son adultos y les diseñó módulos para las clases. “Estoy orgullosos de ellos porque los trabajos son de exhibición”, dijo.

Wilmer, quien tiene cinco nietos, lleva el arte en las venas. “Vengo de una familia de tradición artística”, dijo. El abuelo fue estudiante de Miguel Pou. Recordó que en su casa se reunían alrededor de la mesa a pintar. La casa la frecuentaban reconocidos pintores de la región. “De ahí surge una tradición en mi casa. la pintura era tema de conversación en mi casa”, recordó.

En la graduación de sexto grado su mamá le regaló un set de puntas para hacer caligrafía. Meses después, un tío le trajo de Estados Unidos los mangos en donde colocar las puntas para hacer sus caligrafías. “Fue algo espectacular, todavía los tengo””, dijo.

“No sabría decir quién me enseñó a pintar porque era algo tan espontáneo entre todos. Mi primo, mis hermanos. En la escuela adquirí algunas técnicas, pero en mi escuela elemental, la maestra me mandaba a hacer los famosos frisos porque sabía que traíamos una destreza dentro de la familia”, recordó.

Wilmer, quien se crió en una casa en el centro urbano de Peñuelas, pintó paisajes y todo lo que le pedían y que pudiera vender entre sus amistades. En una de las propuestas que más despuntó fue en los cuadros de los Reyes Magos.

Explicó que sus trabajos fueron evolucionando. “Básicamente, ahora estoy trabajando abstracto. Aunque siempre la gente me pide que haga cosas tradicionales. Mi trabajo se inclina a lo que estás viendo hoy. Espero hacer base y disfrutarme la vejez haciendo eso”, describió.

Las hojas de una radiografía toman color y forma en las manos de Wilmer. Fotos: Tony Zayas

Interés por el material reciclable

Junto a esa evolución llegaron otros cambios. El terremoto lo sacó de su vivienda en Ponce y tuvo que mudarse al barrio Collores, en Juana Díaz, donde terminó de sacar a la luz su más reciente propuesta, en la que emplea material usado.

Las hojas de una radiografía toman color y forma en las manos de Wilmer. Lo que una vez fue el material para interpretar una condición de salud ahora se convierte en un colorido lienzo sobre el que también combina otros elementos, como esténcil, hasta integrarlos en piezas únicas.

Expresó preocupación al ver muchos desechos y mencionó las hojas de radiografías que se utilizan y que las personas guardan en sus casas hasta el día que las tiran a la basura. “Las plagas surgen porque alguien se sintió mal o sufrió un accidente. Nadie se la saca por relajo, por aburrido. “Hay una historia detrás de cada placa”, dijo.

Otro material al que decidió darle otro uso son las fichas de casino. Las pequeñas piezas las pinta en una gama de colores sobre las que imprime un corazón trasversal. Son piezas que, al igual que con las radiografías, busca transmitir un mensaje.

Nunca se sabrá si la radiografía es la revelación de una enfermedad o una corroboración de satisfacción, pero cada persona le dará su interpretación, destacó. Igual ocurre con las piezas de casino. El corazón es el sentimiento del jugador, del que apuesta a ganar o a perder.