Por Sara Marrero Cabán
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PONCE – A casi media hora del casco urbano, cientos de ponceños residen en la comunidad montañosa de Guaraguao.
Alusivo al nombre del ave del cual deriva su nombre, la altura del apartado barrio rural les regala a los residentes una vista panorámica majestuosa de montañas brumosas.
Por más caluroso que sea el día, en Guaraguao siempre se disfruta de un aire friolento, con temperaturas que bajan hasta 40 grados Fahrenheit en los últimos meses del año. La lluvia es ocurrencia común, así como el silencio y sosiego que distingue a la comunidad.
“Es demasiado bueno para vivir. No hay mucha maldad tampoco. No hay maldad como varios sitios en Ponce y aquí, gracias a Dios, tenemos vida. (Compensa) por mucho”, comentó Luis A. Vázquez, residente en Guaraguao por 26 años.
Aledaña a la carretera curvilínea, casas modestas con techos de zinc- la mayoría de madera- erigen a la orilla de la carretera.
Desde las marquesinas y los balcones, se asoman los residentes, tendiendo ropa limpia o llenando sus pulmones del aire limpio que sopla en el lugar. El silencio es perpetuo.
Más aún, la tranquilidad y el aire fresco del campo paradisíaco tiene un precio oneroso: el abandono del gobierno local y estatal.
Carreteras “como la luna”
A lo largo de la carretera PR-123 que conduce a esta comunidad, la yerba compite con la altura de los árboles. Boquetes gigantescos y parchos viejos- que una vez buscaron remediar esta situación- llenan la vía.
“La carretera ha caído en descuido y está malita. Parece un tramo de la luna”, detalló Magaly Otero Muñiz, quien reside en el sector Santas Pascuas del barrio.
Deslizamientos
Antes de llegar a la casa de Gilberto Mercado Alicea, una valla, tres conos de construcción y banderitas rojas marcan el deslizamiento de una parte de la carretera. Basta que un vehículo pesado transcurra por la calle para que la carretera se derrumba por completo y deje a Mercado Alicea y a sus vecinos incomunicados.
“Eso lleva años. Eso se ha dicho, se ha entrevistado gente, han venido, pero nada”, indicó el también artesano.
Además del descuido, la carretera está repleta de vehículos abandonados. Para Mercado Alicea, esta es una de las problemáticas que más aqueja a la comunidad.
“Uno de los problemas de aquí es que hay mucho carro sin permiso, ‘junkiao’, no tienen marbete, sin tablillas, otros están (abandonados) por todas las calles. Eso es una dificultad de aquí. Mucho carro en la calle ‘junkiao’, sin marbete. Mucha basura en las calles que es terrible”, indicó el padre de tres hijas y abuelo de dos nietos y otras dos nietas.
De la misma manera que se cae en pedazos la calle sin reparación, poco a poco se desliza la tierra de la parte posterior de la casa de Mercado Alicea.
Justamente en la parte trasera de su hogar, Es Noticia observó una grieta en el cemento del suelo. Mercado Alicea explicó que el cemento “se partió” tras el huracán María. Otro fenómeno arrebatará el almacén detrás de su casa, pronosticó.
“Todo esto se va”, aseguró.
Lejos servicios esenciales
Tras conversar con Es Noticia, Vázquez volteó al empleado del Colmado Lydia y rememoró una época en el que el sector disfrutaba de alta actividad económica.
“Aquí había panadería, aquí había restaurantes, aquí había hotel”, comentó.
Así como el sector económico se paralizó, los servicios esenciales no llegan hasta esta comunidad, convirtiéndolo en un área que vive del olvido perpetuo de las agencias gubernamentales.
“El gobierno es gobierno allá ellos”, indicó entre risas Mercado Alicea, quien recalcó que tras el huracán María el barrio estuvo incomunicado por varios meses y que “nadie vino del municipio para limpiar calles”.
La lejanía y la ruralidad del sector incurre en la lentitud de servicios de emergencia, como y la Policía y ambulancia.
El cuartel más cercano ubica en El Tuque. Sin embargo, el viaje es de casi 30 minutos.
A los residentes que solicitan asistencia policiaca se les pregunta: ¿se puede solucionar el problema sin la presencia policiaca?
“La última persona que yo supe que tuvo que llamar a una patrulla la situación involucraba un arma de fuego y se tardaron cuatro horas en llegar una patrulla. Cuatro horas”, narró Otero Muñiz. La falta de personal en los cuarteles también inhibe la facilidad para que este sector reciba asistencia policiaca.
“La Policía hace mucho tiempo que no da rondas”, manifestó Mercado Alicea.
Lo mismo aplica a los servicios ambulatorios, ya que el área no cuenta con un Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT).
“Honestamente, hace falta un CDT ya (y) hacen falta los servicios de la Policía más frecuente”, coincidió Vázquez.
Sin agua ni luz
Mientras que la mayoría del país enfrenta apagones de energía eléctrica luego del traspaso de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) a manos de la empresa LUMA Energy, la falta de este servicio es común y corriente para los residentes de Guaraguao.
“Aquí se nos va la energía cuando caen dos gotas de agua”, afirmó Otero Muñiz.
Más que energía eléctrica, es la falta de agua lo que más afecta a la comunidad.
Gracias a una donación, en el barrio hay un tanque comunitario que se alimenta de la represa Portugués para abastecer el servicio.
“Aquí el reto de la comunidad más grande es el agua. Ahora mismo, tenemos un tanque de la comunidad, tenemos una junta que regula y le da mantenimiento al tanque. Pero, la represa queda lejos. Muchas veces nosotros dependemos de que llueva para que la represa coja agua. También dependemos de los mismos miembros de la comunidad para darle mantenimiento a esa represa para que no nos falte el agua”, relató.
“Aquí ahora mismo lo más que (se necesita) es el agua y la luz, que a veces se va. Eso es lo más que se necesita aquí en la comunidad”, concordó Margarita González Torres, quien vive toda la vida en el barrio.
“De aquí no me voy”
El deslizamiento de tierra que amenaza la parte trasera de la casa de Mercado Alicea no lo perturba. Por lo contrario, sembró plátanos, guineos, chinas, guanábanas y otros frutos en el barranco.
Al igual que Mercado Alicea, los residentes apuestan a su comunidad, a pesar de los muchos retos que enfrentan.
“Mis dos (papá) aquí murieron. De aquí no me voy. De aquí no me van a sacar”, acertó William Rivera con los ojos llorosos.
“Yo he vivido toda la vida aquí. Esto fue una herencia que mi papá me dejó cuando yo era más muchacha. Tú te tiras para donde quiera sin miedo alguno. Esto siempre ha sido tranquilo aquí. Yo nací aquí, me crie aquí y nunca he tenido problemas”, afirmó González Torres.
“Me gusta esto acá. Me gusta el campo. Desde chiquita, he vivido en el campo. Los vecinos nos llevamos todos bien, nunca hay conflicto entre todos”, indicó Margarita Rodríguez Robles. Asimismo, Otero Muñiz prefiere la tranquilidad de la zona que la cercanía al casco urbano.
“Yo viví muchos años en el pueblo, pero a mi el pueblo no me gusta porque es muy bullicioso. Yo me siento más segura acá, a pesar de que sé de que si viene una tormenta aquí me quedé, a pesar de que sé de que cuando yo voy al pueblo tengo que hacer todo en un solo día. Pero, yo sé que es difícil, pero estoy segura y no tengo ningún miedo estar sola en mi casita, porque aquí todo el mundo me conoce. Todos nos conocemos”, aseguró.