Por Sandra Caquías Cruz
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PONCE – Al final de la calle Atocha, al lateral de una escalinata, Luis González Canals trataba de acomodar uno de los 592 toldos azules que entregó el municipio a familias con residencias afectadas por el huracán Fiona.
Un toldo era la única ayuda que había recibido luego que el huracán Fiona le llevara el techo del baño de su vivienda, una maltrecha casa de madera y zinc en la que vive junto a su esposa y dos menores. La familia vive en el callejón Puerto Arturo, al sur del Castillo Serrallés y la Cruceta El Vigía.
Alice Martínez Santiago, esposa de don Luis, explicó que ni los $700 que ofrecieron de ayuda se los entregaron por una diferencia con su segundo nombre, entre el Seguro Social y la solicitud.
Con los ojos llorosos, la mujer narró las múltiples gestiones que había realizado para darle un mejor techo a sus dos hijos.
“No es fácil. La desesperación, la impotencia; la angustia que siento; porque quisiera darle a mis hijos un mejor hogar, pero no recibo respuesta de nadie’, expresó entre lágrimas.
Relató que prefirió pasar el huracán Fiona en esa estructura porque se estaba informado que sería categoría uno y no le causaría daño a su vivienda. Empero, una fuerte ráfaga arrancó el techo del baño. Su esposo verificó y, en medio del paso del huracán, le avisó que todo se estaba mojando y que debían salir del lugar.
La pareja había colocado varios envases plásticos para recoger el agua que se colocaba por los huecos de los clavos de las planchas de zinc que cubren su sala. A toda prisa, la pareja y los dos nenes agarraron documentos personales y salieron del lugar.
Aunque el techo no lo perdieron por completo, si se les mojó el matres de uno de los hijos y cayó agua sobre los muebles desgastados que tiene en la casa.
Martínez Santiago narró, mientras pudo porque las lágrimas la traicionaban, que vivió en un residencial público hasta que su mamá abandonó esa casa y le ofreció ponerla a su nombre. “¿Quién, que viva en un residencial, no quiere tener casa propia?”, se preguntó al justificar su salida a una casa que no está en buenas condiciones.
Explicó que su casa se afectó con el huracán María y los terremotos agrietaron los socos de hormigón en los que está levantada. Ahora, el huracán Fiona le llevó una parte del techo y a pesar de las gestiones realizadas no recibe ayuda ni visita de personal del municipio, alguna agencia del Gobierno ni la Agencia federal para el Manejo de Emergencia (FEMA).
Narró que una de las oficinas municipales a las que acudió fue a la de Ayuda al Ciudadano, pero tampoco le dieron ayuda. Le explicaron que debe escribir una carta al alcalde para que la lea y determine que podía hacer con el caso.
La joven madre aprovechó las redes sociales y le envió al alcalde Luis Irizarry Pabón, fotos de las condiciones en que se encuentra su casa, pero entre lágrimas dijo que “él ni lo lee”.
El esposo de Martínez Santiago no tiene empleo. Ella tampoco trabaja. En ocasiones, a él lo contratan para limpiar patios, según indicó. La familia vive del dinero que recibe del Programa de Asistencia Nutricional.
Pobreza en el casco urbano
La residencia de esta pareja, con dos menores de 8 y 9 años, está en un callejón de escalinatas rodeado de casas inhabitables, cuyos dueños las abandonaron, o de pequeños terrenos en lo que una vez hubo una vivienda.
Las escalinatas de piedras del callejón, el cual está al norte del centro urbano de Ponce, están en uno e los llamados bolsillo de pobreza que hay en Ponce, a pocos pasos del centro urbano. Son casas, en su mayoría, es madera y zinc muy pegadas una al lado de la otra.