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Abuelo, padre, hijo y nieto de pura sangre

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Por Ana Delma Ramírez
redaccion@esnoticiapr.com

 

COAMO – El Potrero Los Llanos en Coamo es el legado de la dinastía Maldonado, dedicados a la crianza de caballos pura sangre desde su fundación en 1971 por el patriarca Eduardo Maldonado Sierra.

‘Cuna de Campeones’ es el mote de este establo conocido en el mundo del hipismo. Está localizado en tierras al sur de Puerto Rico, el sector Los Llanos, en Coamo. Allí ocupa 259 cuerdas de verdes laderas.

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Maldonado Sierra, natural del barrio ponceño Quebrada Limón, fue un apasionado de la agricultura. Amante de los caballos de paso fino. Un visionario empeñado en dejar arraigados sus proyectos de vida.

“Mi padre fue cirujano, luego siquiatra, adquirió Los Baños de Coamo, fundó la clínica Maldonado Sierra, en Hato Rey, y una clínica de siquiatría en Bayamón. Uno de sus pacientes lo fue el autor del libro Platero y Yo, de Juan Ramón Jiménez”, contó.

“Fue pionero en la siembra de mangó, variedad de Palmer y Edwuard. Soñaba con ser agricultor, por eso nos establecimos en el barrio Las Flores de Coamo. Mi madre, también era de la región sur”, dijo a Es Noticia Eduardo “Danny” Maldonado, de 76 años y el más pequeño de los hijos del patriarca Maldonado, quien está encargado del Potrero Los Llanos hace varias décadas.

Danny, actual dueño del potrero, ha delegado la gerencia del lugar a su primogénito Eduardo Maldonado Ruiz, vicepresidente de la empresa, la que da vida y es el motor de “la materia prima para la industria y el deporte hípico”, el cruce y crianza de equinos pura sangre es el producto de ese emporio.

Maldonado Ruiz copió lo de su padre y lleva de la mano a su hijo de 26 años, Eduardo Maldonado Santiago, para que en un futuro continúe la trayectoria generacional de los cuatro Eduardo’s, todos dedicados a la crianza de caballos pura sangre.

Danny estuvo expuesto desde sus cuatro años a montar caballos. Compartió con su padre todos los procesos que ponía en vigor en las fincas que adquiría y sus juegos de infancia transcurrieron en esos campos repletos de cosecha y animales.

Se convirtió en el dueño más joven de un establo en el hipódromo El Comandante. También fue el más joven en obtener licencia para operarlo. Apenas tenía 19 años. Con cuatro caballos y escaso personal de apoyo y en especial con el ejemplar Jossie D., mantuvo su establo por espacio de 11 años.

El cambio de El Comandante, de Carolina a Canóvanas, donde ahora se encuentra el hipódromo Camarero, le dio la oportunidad de hacerse cargo de la empresa familiar. El Potrero Los Llanos con una existencia sin interrupciones de 53 años. Un cambio del que asegura no se arrepiente.

El Potrero realiza anualmente una subasta donde ponen a disposición de dueños de establos los equinos que han sido meticulosamente cruzados y criados. Luego del paso del huracán María han modificado la fecha de la subasta de agosto a octubre.

La subasta es un acontecimiento elegante con una dedicada preparación. El Potrero Los Llanos ha subastado caballos desde 4,000 dólares hasta uno en 155,000 dólares cuyo dueño le llamó Doctor D.

Cada caballo adquirido por los dueños de establos hípicos puede brindar trabajo a decenas de personas, explicó Danny Maldonado, pues urgen de entrenador, veterinario, la persona que los acarrea, quien los alimenta, los doma, los cuida y los asea, entre muchas otras labores.

El Potrero Los Llanos, “Potrero pa’ rato”, como dice Eduardo Maldonado Ruiz, tiene una plantilla de 30 empleados de los cuales siete son mujeres, de entre 25 y 35 años, lo que constituye un cambio generacional desde su fundación porque la mayoría son hijos y nietos de los primeros empleados que tuvo el potrero.

Entre estos empleados destaca la veterinaria Ana Becerra, de 28 años, así como el veterinario reproductor Willie Viera, y un veterano empleado, de 72 años, panameño y quien lleva con los Maldonado’s varias décadas.

Actualmente el Potrero Los Llanos dispone para ser subastados en octubre próximo, unas 138 yeguas, 93 potros y 11 padrotes.

Llama la atención que esta familia de cuatro generaciones se ha hecho cargo del potrero por rumbos muy diferentes a sus intereses o profesionales, aunque todos han experimentado desde niño montar caballos, convivir en el entorno creado por el fundador en la finca y su pasión por las cabalgatas y devoción agrícola.

El patriarca Maldonado Sierra laboró como médico, dejó de lado la práctica de la medicina y se convirtió en criador de caballos, fue agricultor, así como empresario, se dedicó a enseñar a otros agricultores técnicas de siembra de mangó, un producto o fruto que actualmente se extiende por varios municipios de la región sur.

Danny, hijo del Dr. Maldonado Sierra, quiso ser piloto profesional.

Se formó en Administración de Empresas en la Universidad de Puerto Rico – Recinto de Río Piedras, y la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, pero continuó con la crianza de equinos. Adquirió el potrero mediante compra a su progenitor.

Eduardo Maldonado Ruiz estudió finanzas, laboró en varias empresas y se percató que su rumbo estaba en la empresa familiar de la crianza de caballos. Este expresó que en un principio no sabía que quería hacer con su vida profesional y experimentó por un tiempo trabajar con su padre. Regresó a la empresa privada y descubrió que su lugar era en el potrero.

Su hijo Eduardo Maldonado Santiago, el más joven en esa generación, dedica todos los viernes “ataviado como algunos de los empleados” a colaborar con todas las tareas que haga falta por insignificante que sea.

Todos los componentes de este potrero pasan de tristezas a emociones, tanto cuando uno de los caballos muere como si sobresale o triunfa, como la yegua Defensora, que ganó la prestigiosa Triple Corona y Mediavilla R. que estuvo también cerca de coronarse tres veces.