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La plena siempre ha estado en el pueblo, afirman dos exponentes ponceños del género autóctono

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Ángel 'Papote' Alvarado y Cao Vélez. Bailarines de la Academia Ballet Señorial.

Por Nydia Bauzá
redaccion@esnoticiapr.com

 

PONCE – El cuero marca el ritmo, la cadencia, el compás. Las caderas se contonean, los hombros se relajan para entregarse al golpe del pandero y ya, es imposible contener los pies.

La plena puertorriqueña es la manifestación popular de un género auténtico, único, que se remonta a La Joya del Castillo y al barrio San Antón, dos sectores pobres del casco de Ponce y a las centrales de la caña.

Era “el periódico del pueblo” porque los pleneros narraban los sucesos cotidianos de la comunidad. En sus escritos, el antropólogo y estudioso de la plena, Ramón López no establece lugar de orígen del género autóctono, pues no hay evidencia documental de ello, pero sostiene que la plena emergió tras la invasión norteamericana a finales del siglo 19 y que se multiplicó en barriadas y en las haciendas azucareras que abundaban en el sur de Puerto Rico. Unos historiadores afirman que la plena nació en Ponce, otros teorizan que fue en Guayama y en otros pueblos de la costa sureña.

El aclamado ritmo de raíces africanas es uno de los géneros de la música autóctona de Puerto Rico, protegidos por la Ley 223 de 2004, mientras sus exponentes reclaman que son excluidos de las grandes tarimas y que no suenan en emisoras de radio y televisión.

Este 2025 la plena recibió un empuje del cantante de la música urbana Bad Bunny al incluir varios temas pleneros en su último álbum Debí tirar Más Fotos (DtMF). El ritmo afro boricua repicó en audiencias internacionales, resonó en países donde nunca se había escuchado y ha despertado interés en nuevas generaciones.

“La plena nació en Ponce, eso está requedocumentado”, afirmó Cao Vélez Franceschi, fundador hace 48 años del grupo Los Guayacanes de San Antón, quien en unión a otro de los grandes exponentes ponceños de la plena, Ángel (Papote) Alvarado, creador del Grupo Esencia, del barrio La Cuarta conversaron con Es Noticia sobre el origen, desarrollo y evolución de la plena de Puerto Rico.

Ambos folcloristas hicieron referencia al libro La plena, origen, desarrollo y sentido en el folklore puertorriqueño del profesor e historiador Félix Echevarría Alvarado, quien postula que la plena aflora en los albores del siglo 20 en el desaparecido sector la Joya del Castillo, una barriada pobre entre las calles Sol, Virtud, Castillo y Lolita Tizol, de la Ciudad Señorial que en esa época se convirtió en punto de encuentro de pleneros de otros barrios y sectores como Bélgica, San Antón, Tenerías, Sabanetas y Vallas Torres.

En su investigación, apoyada en historia oral, Echevarría identifica a una pareja de esclavos libertos que emigró desde Barbados como los precursores de la plena ponceña. Según el autor, la pareja que llamaban “Los Ingleses”, amenizaba tertulias en el sector La Joya con una guitarra y una pandereta.

“Nosotros venimos de barrios negros, donde se asentó la esclavitud y creemos que a finales del siglo 19, ya la plena se estaba tocando”, argumentó Vélez. Sostuvo que en el siglo 19 en Ponce “ por un lado estaba la danza para la clase elitista y eso facilitó que también en los barrios negros donde se asentó la esclavitud, la plena se moviera con el sistema de trenes por toda la isla”.

Narró que el primer grupo profesional de plena fue creado por Joselino Oppenheimer (Bumbún), un obrero de la caña en los primeros años del siglo 20. “Ese personaje de Bumbún aquí en Ponce es muy importante. Lo ubican entre Caracoles y San Antón porque él trabajaba en lo que era la Hacienda Estrella”, relató Vélez. Subrayó que Bumbún, conocido como el “ Rey de la Plena” marcó esa época porque además de cantante fue compositor de muchas plenas conocidas como Tanta vanidad, tanta hipocresía, el cuerpo después de muerto pertenece a la tumba fría.

En el libro de Echevarría se menciona también que para la década de 1920, los hermanos Arazamendi en Tenerías, ya también tenían un grupo de plena. Vélez mencionó como otro precursor de la plena a Manuel Jiménez (Canario), nacido en Orocovis en 1895, quien la grabó por primera vez en Nueva York en 1927 con músicos ponceños. “Ahí la plena se difundió por Suramérica, Nueva York y el resto es historia”, aseveró.

Tanto Vélez como Alvarado recordaron que en sus orígenes la plena relataba sucesos y a manera de ejemplo, tararearon las estrofas de “Temporal, temporal, allá viene el temporal”. También puntualizaron que algunos pleneros recurrían a la sátira y le ponían pique a las letras para hacerlas más llamativas como cuando vino el obispo de Roma: Mamita, mira el obispo, el obispo llegó de Roma, mamita si tu lo vieras qué cosa linda, qué cosa mona”.

Los folcloristas establecieron también las diferencias entre la bomba y la plena. “La bomba, es más longeva, viene cuando al africano lo traen aquí en el siglo 16 y lo esclavizan. Se toca en barriles, tambores grandes y pesados, muchos se hacían de los barriles grandes de las destilerías. En Ponce la bomba la cantaba una mujer, el baile era más elegante, más pausado, haciendo figuras”, dijo Vélez, mientras Alvarado apuntó que en la bomba cada región tiene sus variantes y la vestimenta es distinta.

Vélez también dijo que a diferencia del barril de bomba, el pandero es un instrumento portátil, más fácil de cargar “lo que facilitó que la plena se propagara por todo Puerto Rico”.

-¿La plena está en su mejor momento?

“La plena siempre ha estado en el pueblo, donde no está es donde debe estar para que se le respete, en las principales tarimas como debe ser”, subrayó Vélez, quien ha dedicado unos 50 años a tocar y difundir la plena, como percusionista, compositor y educador del género afrocaribeño.

“La plena sale de nuestro corazón, de nuestro barrio. La estamos grabando y tratamos de que siga su desarrollo. Eso es bien importante que lo tengamos en mente para seguir impulsando la plena”, destacó por su parte, el director del grupo Esencia, cuyo álbum

“Con la fuerza de un tren” fue nominado en 2011 a los premios Grammy Latino.

El cantante y percusionista sostuvo que la Ley 223, que destina apenas un 10% anual a la contratación de música autóctona tradicional se debe revisar para hacer más riguroso su cumplimiento y aumentar el porciento de contratación de los exponentes de los géneros autóctonos como son la plena, la bomba y la trova. “Es vergonzoso que tengamos que tener una ley que proteja a nuestra música cuando eso debe fluir entre nosotros como puertorriqueños, pero ya que la tenemos debe revisarse para que sea justo para todos, tanto para los alcaldes, promotores y para nosotros que estamos haciendo la música”, acotó.

Vélez, quien es arreglista, compositor, percusionista, líder comunitario y ex jugador profesional de béisbol denunció que la música autóctona prácticamente está fuera de los presupuestos de fiestas patronales y que el cierre de los centros culturales del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) también ha afectado la música típica.

“La sacamos de la esquina, la plena tiene que estar en un nivel de respeto, no cogerla para un jingle político. En las escuelas no hay un currículo donde se enseñe nuestra música”, sostuvo Vélez, quien dijo que han permanecido en resistencia.

“La plena está más viva que nunca en la masa popular entre nosotros por los movimientos que hay de plenazos callejeros. Ahora mismo, Bad Bunny la graba, la pone a correr por todo el mundo y a mí me emocionó cuando escuché que la plena estaba número uno a nivel mundial, hasta los japoneses están tratando de tocar nuestra plena, pero cuando venimos aquí a una tarima, la plena no existe. Lo vimos en las fiestas de la SanSe. Se le pagó a un grupo o dos, pero la esencia de la plena, dónde estaba: en voy subiendo y voy bajando. La plena es más que eso”, reclamó Alvarado.

“Si no nos llaman para una comparsita, una boda, un quinceañero o una convención, los cáncamos del pandero van a coger moho”, agregó el reconocido folclorista.

Crédito foto: Bailarines de la Academia Ballet Señorial