Por Sandra Caquías Cruz
PONCE – La abogada Migdalia Rodríguez Figueroa cumplirá este 18 de marzo un año de recibir un diagnóstico que le cambió su vida: el coronavirus.
Eran los días en que la entonces gobernadora Wanda Vázquez Garced daba órdenes de restringir el movimiento de la ciudadanía en busca de frenar el contagioso virus. El país se paralizó con un toque de queda. Las noticias apuntaban a que muy pocos se salvarían de esa enfermedad.
Rodríguez Figueroa, una empleada de la oficina del Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO), se convirtió en la primera paciente con coronavirus que admitió el hospital Metropolitano Dr. Pila, en Ponce.
No tenía idea cómo lo contrajo. Sospecha que fue en su centro de trabajo. El terremoto la obligó, a ella junto a un grupo de compañeros a reportarse a trabajar en Caguas. Viajaban a diario a trabajar. Dos de los que hacían el viaje también se contagiaron. Ninguno tan grave con ella ni falleció.
El primer síntoma fue tos constante. Rodríguez Figueroa, de 59 años y quien vive con su padre, pensó que era bronquitis. “No estaba en mi pensar que era Covid”, dijo. Esa noche -17 de marzo- prefirió no dormir en la habitación de su padre, quien tiene 89 años. El día siguiente era jueves. Amaneció sin tos. Horas después le volvió la tos y también sintió malestar. Pensó que era el agotamiento del trabajo.
Ese jueves decidió ir al hospital por miedo a que llegara el fin de semana y no consiguiera un médico. Acudió a la Sala de Emergencias. No tardó en ser ubicada en aislamiento. Eso la asustó. Todo el que se le acercaba tenía el cuerpo cubierto de una bata amarilla y el rostro protegido, indumentaria para evitar contagios.
Un médico se le acercó y le dijo: “eres el primer caso de Covid en el área sur”.
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“Yo le dije no puede ser. Tuve miedo. Me sentí desamparada. Pensé que me iba a morir. Yo sentía que me iba a morir”, dijo sobre aquella vivencia sin sospechar que lo peor estaba por ocurrir. “Fui perdiendo energía, fui perdiendo fuerzas. Me dije, me tiene que estar bajando la hemoglobina porque no tengo fuerzas”, recordó.
La mujer fue ubicada en intensivo inmediatamente. Era el 18 de marzo de 2020. Rodriguez Figueroa pensó que lo de intensivo era para recibir cuidados más especializados. Así trataba de calmarse. Le pusieron oxígeno y comenzaron a tratarla.
Los médicos le explicaron que comenzaría un tratamiento, pero que tenía un Plan B por si fallaba, lo que en efecto ocurrió. “Los médicos me decían que esto era algo novel”, dijo.
Hasta que llegó un grupo de médico a decirle que la entubarían. “Me indujeron a coma para descansar los pulmones. Yo iba para atrás”, describió Rodríguez Figueroa, quien confesó que todavía siente miedo de abrir el expediente y leer por todo lo que pasó mientras estuvo en el hospital. “No lo voy a ver hasta que no esté lista”, aseguró.
No recuerda que pasó las semanas que estuvo en intensivo. Lo que relató con detalles fue lo que describe como su encuentro con Dios. No lo vio. “Lo que ves es una silueta dentro de una inmensa luz”, describió.
Al lado derecho de ella había “más almas, todos en proceso de entrar”, dijo. Al otro lado estaban los ángeles, según el relato. “Solo vi a uno (de los ángeles) que adoraba a Dios”, indicó.
Narró que le pidió a Dios que le permitiera regresar para cuidar a su papá que la necesitaba y que no permitiera que su hija, que hacía poco había perdido a su esposo, también la perdiera a ella. “Él (Dios) inclinó su cuerpo hacia donde yo estoy, bien abajo, y yo desperté”, indicó.
Mientras, según le narraron, en el cuarto los médicos y los empleados del hospital hacían círculos de oración por ella. Narró que en un momento le dijeron a su hija: “Si tu crees en Dios, hicimos todo lo que podíamos hacer por ella, ella está en las manos de Dios”.
Rodríguez Figueroa narró que despertó entubada, amarrada a la cama y con mangas por la nariz y el cuello. Solo se veía las manos y la punta de los pies debido a lo hinchado que tenía el cuerpo. Los órganos del cuerpo habían comenzado a fallar.
Los médicos habían mandado a buscar a su hija de emergencia. Ella vive en Estados Unidos porque pertenece a las fuerzas armadas.
La hija debía hacer las gestiones para en caso del funeral, relató Rodríguez Figueroa, cuyas emociones le entrecortan la voz.
“Si me detengo me disculpas, es que se me olvida lo que quiero decir, pero luego me acuerdo”, explicó sobre lo que le ocurrió varias veces durante la entrevista. “Me quedó en blanco… No soy la misma de antes del Covid”, expresó.
Rodríguez Figueroa fue dada de alta el 19 de abril de 2020.
La recuperación emocional le ha resultado tan dura como la física, describió. Hace unos días regresó al centro de trabajo. Narró que en el camino de Ponce a Caguas lloró varias veces. Al llegar al edificio su cuerpo comenzó a temblar. El compañero de trabajo que la transportó le dijo que ‘vamos que tu puedes’. Eso le dio fuerzas.
Rodríguez Figueroa, quien no ha sido vacunada contra el coronavirus, tiene un miedo terrible a contagiarse. A penas visitó en una ocasión el supermercado. Lo hizo al amanecer para encontrar la menor cantidad de clientes posibles.
Explicó que cada vez que tiene que salir debe ponerse la mascarilla y con la mascarilla siente que no puede respirar. La también juez administradora en el DACO, dijo que a diario toma varias vitaminas, así como anticoagulantes y otros medicamentos para la presión arterial.
Hay días en que se levanta rígida, describió sobre su nueva rutina. “Los médicos me dicen que eso se va a mejorar”, indicó la mujer, residente en Ponce.
Indicó que trabaja a remoto y que en los próximos días deberá regresar a la oficina en Caguas para definir qué ocurrirá con su empleo. Utiliza un andador con silla porque se cansa al caminar.
Rodríguez Figueroa utilizó las palabras “doloroso, fe, paciencia y esperanza” para describir su experiencia frente a esta enfermedad. “Exhorto a la gente a que se cuide; que tenga fe; que tengan presente que tenemos que ayudar a los demás”, dijo.
“Yo no salía buscar el Covid. Yo no voy al cine. No voy a ‘pub’. No voy a fiestas. Mi vida es atender a mi papá, caminar por las tardes, pero Dios quiso que tuviera esta experiencia”, dijo Rodríguez Figueroa, quien el último día del 2020 fue al patio de su casa y decidió tomarse una foto “porque ese 31 de diciembre significaba vida”.