Por Nydia Bauzá
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SALINAS – Se crearon en Estados Unidos como company towns. Eran poblados azucareros prósperos, con hospital, escuelas, estación de correos, telégrafo. Algunos tenían cine, hotel y campo de golf. Contaban con vías de ferrocarril para mover la caña de azúcar de las centrales.
La economía de Ponce, Salinas, Guánica y municipios limítrofes se movía alrededor de las haciendas azucareras, controladas por compañías latifundistas que el siglo pasado lideraban la época de la explotación de la caña de azúcar en Puerto Rico.
Con el cierre de Aguirre (1990), Mercedita (1994) y Ensenada (1999) estos poblados de los colonos de la caña, que vieron nacer y criar a varias generaciones de puertorriqueños, comenzaron a languidecer. Muchas de las casitas en madera de dos aguas, pintadas de blanco, con balcones cubiertos en tela metálica que ocuparon los obreros de la otrora industria de la caña ya desaparecieron.
En varios recorridos por estos emblemáticos lugares Es Noticia comprobó como muchas de estas viviendas, algunas levantadas posteriormente en cemento, están arropadas por la maleza y en total abandono. Unas pocas han sido reconstruidas, mediante esfuerzos privados y otras, con fondos federales, pero para la gran mayoría los desembolsos no llegan.
En estos poblados del área sur también quedan algunas chimeneas y trapiches cubiertos de moho de los ingenios azucareros que poco a poco se irán cayendo.
En días recientes en un intento por evitar que las casas sigan desapareciendo, la organización sin fines de lucro, Centro de Conservación y Restauración de Puerto Rico (Cencor), la Oficina Estatal de Conservación Histórica (OECH) y la Iniciativa de Ecodesarrollo de Bahía de Jobos (Idebajo) anunciaron desde Aguirre un proyecto para adiestrar carpinteros en la restauración de estructuras históricas en madera. El proyecto que concluye en julio próximo contempla la reparación de tres residencias que ocupaban administradores de la central, donde abundan las estructuras abandonadas en avanzado deterioro. En un marcado contraste, al lado de estas viviendas a punto de desplomarse se alzan otras con piscinas.
“Más allá de restaurar estructuras este proyecto nos invita a mirar el patrimonio como una construcción colectiva , donde la técnica, la historia y la vida comunitaria se entrelazan”, dijo el arquitecto coordinador del proyecto, Pablo Ojeda O’ Neill.
El Taller de Técnicas Básicas de Carpintería y Ebanistería Tradicional para Edificaciones Históricas del Distrito Histórico Central Aguirre busca capacitar a residentes de la propia comunidad para lidiar con la escasez de mano de obra especializada para la restauración de estas icónicas estructuras cuyas reparaciones también están sujetas al alza en los costos de materiales y a las regulaciones de conservación establecidas a nivel federal y estatal.
“Es un proyecto piloto. En una de las estructuras reparamos su techo, en otra de las estructuras reparamos las paredes y en otra, reconstruimos un balcón completo. Hicimos el trabajo como si fuéramos contratistas y que los participantes del taller adquirieran los conocimientos académicos y teóricos, que conocieran cuál es la tradición, la historia. No es solamente que aprendan a clavar, a quitar y poner madera, sino que también sientan que pertenecen a un gremio en Puerto Rico que se fue perdiendo por razones diversas, pero aquí volvemos recapitularlo”, sostuvo el arquitecto conservacionista.
Ojeda O’ Neill explicó que este tipo arquitectura data de principios del siglo 20 y en 1940 fue el boom. “Esto (el poblado de Aguirre) es como un company town, dentro de lo que era la estructura de explotación de la caña, era un lugar planificado y su arquitectura indicaba también las jerarquías de todo el que vivía aquí desde el presidente de la central que tiene una gran casa, hasta todas las escalas profesionales y técnicas y después todos los obreros que en su momento intervinieron (en el proceso)”, detalló.
Dijo que la idea del proyecto es establecer un taller permanente para carpintería y ebanistería arquitectónica en Aguirre para que a través del enlace comunitario (Idebajo), puedan seguir arreglando y restaurando otras residencias.
El arquitecto dijo que no tienen un inventario de las casas que necesitan reparaciones, pero estimó que más de 50 a 60 estructuras “van a tener que ser intervenidas de una manera o de otra” en el poblado salinense.
Explicó que desde febrero de 2025 diez participantes del programa han recibido formación técnica y práctica.
“En Aguirre estamos viendo cómo el conocimiento técnico se cruza con el sentido de pertenencia”, expresó por su parte el arquitecto Roberto García, codirector del proyecto en el que laboran siete hombres y tres mujeres. El programa es financiado con fondos de la Oficina Estatal de Conservación Histórica y del Emergency Supplemental Historic Preservation Fund. Los participantes reciben $1,700 mensuales.
“Este proyecto sienta las bases para que Puerto Rico recupere una relación más justa, sostenible y consciente con su arquitectura vernácula”, destacó Ojeda O’Neill. Indicó que Aguirre constituye uno de los conjuntos más importantes de arquitectura en madera que queda en Puerto Rico.
El arquitecto dijo que aunque el poblado es muy particular en su arquitectura, la madera como material histórico está bastante relegada en lo que es la conservación en el país.
“Esto también es darle una salida económica a todos los integrantes del proyecto, es una oportunidad para ellos formar sus propias compañías y ser parte de otras obras de restauración. En términos de la recuperación de Puerto Rico hace falta mano de obra, pero en particular en el patrimonio tenemos una necesidad aun mayor porque esta mano de obra es sumamente especializada”, sostuvo.
El director ejecutivo de la OECH, Carlos Rubio Canceda dijo que la agencia rehabilitó otras tres casas en Aguirre. “Estamos seguros que otras más se impactarán”, indicó el funcionario.
El enlace comunitario, Josué Clausell dijo que muchas de las casas deterioradas corresponden a sucesiones familiares, además de que el costo de repararlas es alto.
“Reparar una sola nos costó casi $100 mil. La idea es que este taller sirva para abaratar costos y que la gente que no tiene los recursos pueda trabajar en sus casas a un costo más bajo”, sostuvo Clausell.
Dijo que muchas de las casas de Aguirre recibieron graves daños con el impacto del huracán María. Estimó que en el poblado hay alrededor de 140 casas, de las cuales, la mayoría pertenecen a la Autoridad de Tierras y algunas al gobierno federal.
Lillian Lara Fonseca, coordinadora del programa institucional de la OECH dijo que en 2002 el Distrito de Aguirre fue incluido en el Registro Nacional de Estados Unidos de edificios históricos y en 2020, se incluyó como un lugar a punto de desaparecer a nivel mundial.
En Guánica no quedan casas de colonos
En el poblado de Ensenada también se han hecho esfuerzos, pero solo quedan algunas de las casas de los administradores de la desaparecida central azucarera y las estructuras están a punto de desaparecer.
“El poblado no ha desaparecido, pero las casas de los colonos ya no están”, dijo el historiador y maestro de historia guaniqueño, Eliezer Rosado Feliciano.
Sostuvo que todavía se conserva el hotel 1929 de la época de la central y que actualmente funciona como un parador del municipio. También dijo que una de las casas de los administradores fue rescatada por una organización sin fines de lucro cultural y la convirtió en biblioteca. “Conservan documentos históricos”, apuntó el historiador natural del barrio Joya Santa Rita de Guánica.
“En cuestiones tangibles en el poblado quedan las estructuras están abandonadas, el correo, hospital y algunas de las casas de los administradores de la central están abandonadas, aunque algunas las han ido rescatando. En términos intangibles lo que existe es el legado de que fue un lugar próspero, de orgullo, pero a expensas de la explotación de los trabajadores y de la riqueza de los accionistas”, aseveró Rosado Feliciano, cuya tesis doctoral es sobre la desaparecida central azucarera.
“El poblado de Ensenada preserva más su orgullo, su identidad y es por el legado histórico”, sostuvo el historiador al señalar que el poblado de Ensenada existía desde antes que Guánica se convirtiera en municipio, en 1914.
“Ensenada se formó como una sugar town antes de la municipalización de Guánica. La central comenzó operaciones en 1899 y en 1903, se formó una comunidad integrada por gente de toda la isla, de trabajadores de la caña de azúcar. He conocido personas que nacieron en el hospital de Ensenada”, narró.
Dijo que la South Puerto Rico Sugar Company, que operaba la central, recibía tanta caña que enviaba parte del producto a una fábrica en La Romana, en la República Dominicana. Agregó que la empresa se inscribió en el estado de New Jersey, un año después de la invasión norteamericana a la isla.
“Los trabajadores vivían más cerca de la central en lo que hoy se conoce como kioscos turísticos, pero de esas casas no queda ninguna. En el lugar hay casas, una urbanización y un edificio de apartamentos”, describió.
Rosado Feliciano indicó también que con los terremotos, mucha gente del poblado abandonó sus casas. “El poblado de Ensenada es una de las comunidades que más ha resistido, por pertenecer a Ensenada. Por ese legado histórico, son ensenadeños.
La comunidad era tan cohesiva que tenía su propio equipo de pelota, los parrots (cotorras), que aparece en el emblema de la comunidad”, relató el historiador.