Por Sara R. Marrero Cabán
JUANA DÍAZ – La madera roja de la embarcación disonaba con el azul del mar. En ella, dos pescadores regresaban de una madrugada entre las olas. Eran las 10:30 de la mañana y ya competían contra el reloj.
En la costa de la comunidad Pastillo, en Juana Díaz -carente de muelle o tablado- tenían el equipo necesario para retirar la nave del agua: dos tubos de hormigón disparejos, una soga, un tablón de madera contrachapada, el jalón de una camioneta y la fuerza de cinco hombres.
“Necesitamos equipo. Después (del huracán) María, perdimos mucho”, soltó Félix Rodríguez Muñiz al desmontarse de la camioneta que ayudó a poner sobre tierra la embarcación.
Para algunos de ellos, la pesca era la antesala para un largo día de trabajo en otras áreas laborales.
“Estamos en peligro de extinción”
En las comunidades pesqueras del Sur, resuena el silencio. Las fachadas de las residencias dilatan sus años de construcción. Algunas llevan vivas las memorias del paso del huracán María en el 2017 con sus toldos azules en los techos aleteando con la brisa playera. Otras llevan años vacías.
En el entorno se palpa los escasos recursos-no solamente de la generación actual-sino de las de sus antepasados, quienes les heredaron las casas y el arte de la pesca.
El ciclo de pobreza es lo que paulatinamente ha alejado a la nueva generación, muchos optando por la migración fuera de las comunidades en búsqueda de una vida monetariamente más próspera.
En ninguna de las comunidades que visitó Es Noticia hay “hijos pescadores” que adoptarán la práctica, aseguraron los residentes.
“Después del huracán, mucha gente optó por no pescar más por el costo, otros murieron, otros migraron y otros simplemente no quisieron pescar más. Aquí (en la comunidad Pastillo) había 30 pescadores como dueños (de embarcaciones). Ya si hay siete (dueños) son muchos y los compañeros son escasos. Estamos en peligro de extinción”, detalló Rodríguez Muñiz, quien ha dedicado los pasados 47 años a la pesca y teme por el futuro del campo.
Las ganancias mezquinas de los pescadores los obliga a dividir su tiempo en otras labores. Algunos, por su edad, reciben pensiones o cheques de seguro social. Los más jóvenes dividen su tiempo en el empaque de tomates o en tareas misceláneas a peticiones de sus vecinos, entre otros empleos.
“La juventud hoy en día no se está dedicando a la pesca. Para mí, es falta de información, (falta de) las ayudas que ellos ven que no les dan. Yo creo que si se le da entusiasmo la juventud se va a meter a la pesca”, comentó Roberto Colón Ortiz, portavoz de los pescadores de Villa del Mar en Santa Isabel.
“Desde María… ha sido un desastre”
A pesar de dedicar miles de madrugadas al oficio, los pescadores reciben ayudas exiguas del Departamento de Agricultura y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).
Del ingreso de sus ventas, son los pescadores quienes sufragan las reparaciones a sus lanchas y motores, la compra de equipo y sus gastos personales.
“Prácticamente, no nos han ayudado nada. Nos han ofrecido (ayuda), hemos llevado los papeles, hemos llevado los documentos -igual que otros compañeros- y, por ahora, no nos han dado nada”, afirmó la ponceña Ana González Colón, quien por los pasados 25 años es pescadora comercial junto a su esposo Norberto Santiago Rodríguez.
En abril de 2019, Agricultura entregó alambres a 23 pescadores de la Región de Ponce. El material formó parte de una inversión de fondos de $400 mil tras el impacto del huracán.
Uno de los que recibió de esos alambres fue el juanadino Confesor Morales, conocido cariñosamente como El Chivo.
Empero, Morales -quien ha instruido a la mayoría de los pescadores de su comunidad en el arte- mostró a este medio que la ayuda consistió en cinco rollos de alambre. Explicó que la calidad del alambre no es la más favorable para su pesca. Además, no recibió otras ayudas de las agencias del gobierno.
“Necesitamos -como todos los pescadores- ayuda. Tengo entendido que tienen que darles prioridad a los que perdieron sus nasa. Yo perdí como 200 nasas y me levanté a pulso”, dijo tras especificar que también tuvo grandes daños en una de sus embarcaciones debido al huracán.
“Que nos den lo que merecemos”
Aunque los pescadores son obligados a costear sus propios equipos y la mayoría de las costas no cuentan con tablados ni villas que les facilite la faena, el DRNA anunció en el 2019 una asignación del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de $8,000,000 precisamente para atender esta problemática.
“Están los chavos. ¿Qué van a hacer con los chavos? Los pasan a otras cosas. Que nos den lo que merecemos. Eso es una vergüenza que los pescadores de Ponce no podamos ser reconocidos. Tenemos pescadores que pescan todas las mañanas que se están poniendo al día con sus licencias. Ayúdenos”, señaló Miguel Ángel Rodríguez Rivera, quien lleva “toda la vida” en ese oficio.
Por otro lado, no fue hasta el 1 de junio de 2020 que el DRNA publicó en su portal web los enlaces para solicitar ayudas por los huracanes del 2017.
La página dicta que los elegibles para la compensación por pérdida de ingresos eran “aquellos pescadores comerciales a tiempo parcial o completo, que hayan cumplido con el requerimiento de rendir estadísticas pesqueras en el año 2017, incluyendo radicaciones negativas; o aquellos dueños de “Charter Boats”, cuyas licencias o permisos del DRNA estuvieran vigentes durante el huracán Irma (septiembre de 2017) o el huracán María (20 de septiembre de 2017)”. La fecha límite de solicitudes era el 24 de julio de 2020.
“Todo es para por allá… promesa y promesa”, expresó Santiago Rodríguez al describir que tras el proceso “tedioso” de solicitud no se materializan las ayudas.
Todos los pescadores entrevistados señalaron la complejidad de los requisitos y formularios al pedir ayudas. También, reiteraron que los procesos son a cuentagotas y no son atendidos por personal de las agencias; de sus llamadas y solicitudes apenas reciben respuesta y no son bien orientados.
“Que se pongan para su número del Departamento de Recursos Naturales y que se pongan para su número el Departamento de Agricultura, porque nosotros no podemos estar olvidados. Ellos quieren que tengamos todo bien bonito… Necesitamos que Recursos Naturales nos atienda. Que vengan”, invitó.
Para algunos, la carga financiera es insostenible. En el caso de Andrés Martínez, esto lo inhibe en adquirir vivienda propia. Por ende, se apropió de una sección de la pesquera abandonada en el barrio La Playa, en Guayanilla. Así lo ha hecho por los pasados 28 años.
“Perdí el hogar en una inundación repentina. Perdí todo. (Ni me) acuerdo del año. (Si pudiera) ya no estuviera aquí”, relató el hombre de 68 años con la mirada perdida en el mar. Entre los ingresos de su Seguro Social y la venta de su pesca, costea sus necesidades del día. Más aún, depende de amigos para transportación y el servicio de agua potable.
Según Martínez, el único acercamiento que recibió de agencias gubernamentales en búsqueda de vivienda permanente fue con el Departamento de la Familia. Narró que personal de Vivienda le indicó que debía seleccionar un área donde visualizaba la construcción de un hogar. Su selección, sin embargo, no satisfizo porque estaba en una zona inundable.
“No me dieron otra opción. Dijeron que iban a venir y no vinieron más. Y eso hace años”, dijo. Martínez -quien es natural de Juana Díaz y tiene familia en otros sectores de Guayanilla y los Estados Unidos- asegura que su motivación mayor siempre será la pesca.
“Me mantiene aquí la pesca que es lo que me gusta. Con la pesca, yo distraigo la mente. No me pongo a pensar en cosas malas… para tratar de no caer en ese déficit, me voy a pescar. Me entretengo por allá y eso es una felicidad tremenda”, afirmó.
La mayoría de los pescadores con quien conversó con Es Noticia dijeron haber cualificado para las ayudas de $1,200 y $600 de la Ley de alivio y seguridad económica contra el coronavirus (CARES Act). Además, varios son beneficiarios del PAN.