Por Sandra Caquías Cruz
GUAYANILLA – Iris B. Rodríguez Pacheco asegura que la comunidad El Faro, en este municipio, quedó trasformada con el terremoto y no porque colapsaran las casas, sino porque el mar se apoderó de los patios de una docena de viviendas.
La denuncia de ella y de otros residentes de esa comunidad es que con el paso del huracán María su casa no se inundó con agua de mar, algo que sí comenzó con el terremoto ocurrido la madrugada del 7 de enero.
Los patios de una docena de casas próxima al mar se inundan por lo menos una vez al día. La respuesta para justificar la situación, según Rodríguez Pacheco, es que la marea sube. “Aquí sube la marea, por lo menos una vez al día”, dijo.
El temor de los residentes es que el agua ha comenzado a debilitar los cimientos de las estructuras, destacó.
Algo que reconoció la tiene atemorizada, es el sonido de mar. Dijo que antes no lo escuchaba aun cuando lo tenía cerca.
“El sonido del mar es terrible, eso nunca había pasado; es como que se acercó. Cuando uno escucha el sonido del mar es un sonido bien bonito, agradable, pero ese es como temeroso, asusta”, describió.
Rodríguez Pacheco, una de las pocas residentes de El Faro que pasa las noches en esa comunidad, aprendió a identificar los temblores por el sonido. Explicó que lo primero es sentir una vibración en la tierra, luego un sonido de explosiones y es entonces cuando empieza a temblar.
“Se siente todo. Se siente demasiado… Cuando dicen por ahí viene, es que viene ya, y ocurre”, aseguró.
Explicó que muchos de sus vecinos están refugiados en campamentos o con amigos y familiares y otros cerraron sus casas, cogieron las maletas y migraron a los Estados Unidos.
La comunidad, según dijo, esta atemorizada por lo que la inmensa mayoría de los residentes prefirió irse a un refugio. Durante el día regresa a sus casas a buscar cualquier pertenencia y verificar su propiedad, pero no demoran en marcharse.
Explicó que pasa los días y noches tomando agua de azar para controlar los nervios porque teme a tomar un medicamento más fuerte que no le permita actuar en caso de un fuerte temblor de tierra, como le ocurrió el 7 de enero cuando salió de su comunidad corriendo descalza, huyendo a un posible tsunami. Las chanclas no las pudo sacar porque quedaron bajo los escombros y el celular debajo de la almohada, describió.
La vivienda de Rodríguez Pacheco es en madera y la pared de cemento del baño se agrietó. Muchos de los enseres, entre ellos televisores, los perdió en el terremoto del 7 de enero. Los gabinetes de la cocina se abrieron y todo cayó al suelo, según describió.
Destacó que estuvo en el refugio y que aunque la trataban bien y recibió cuidados médicos, notaba que la salud le estaba empeorando y decidió regresar a su casa. La mujer tiene un hijo de 28 años y gemelos de 21 años de edad. Lleva 30 años viviendo en El Faro.
¿Qué va a hacer?
“Yo pretendo quedarme aquí. Lo que me gustaría es arreglar la casa, y hacerla nueva porque sé que mi casa no se va a sostener”, dijo.
¿No sientes miedo?
“Me da miedo; me da terror, pero que voy a hacer”, respondió antes de comentar que “esta tensión es terrible”.