Por EuroPress (Infosalus)
La guerra es devastadora. No sólo se lleva por delante la vida de miles de personas inocentes, sino también el proyecto de vida de muchísimas más.
Es una de las peores experiencias que pueden sufrir un ser humano y que, obviamente, representa un duro varapalo y un profundo cambio, un punto de inflexión en quien es víctima de ella, especialmente si se es menor.
Charlamos en Infosalus con Rocío Fausor, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid, profesora asociada de la UCM y de la Universidad Internacional de Valencia, sobre cuál es el impacto de un evento tan terrible en la salud mental de los niños, seres totalmente inocentes e indefensos, y víctimas totales del conflicto.
La etapa infantil y adolescente, según destaca, es un periodo de desarrollo, donde los niños crecen físicamente, pero donde también aflora su personalidad: «Las primeras experiencias que los niños tienen forjan sus habilidades, la manera que ellos tienen de entender el mundo y de cómo se solucionan los conflictos. Serán herramientas que les servirán de cara al futuro. Cuando somos niños, en todas las experiencias que tenemos generamos nuestras creencias sobre si es seguro o no el mundo que nos rodea, cómo funciona. Los niños empiezan a reconocer las emociones y a regularlas».
Con ello, subraya que en este contexto de guerra para un menor en desarrollo es vital que vaya de manera transversal con una sensación de control, de seguridad, y de protección; algo que obviamente no siempre sucede durante un conflicto armado.
«La población infantil es más vulnerable a las consecuencias psicológicas de la guerra quizá porque es una etapa precisamente de cambio y de construcción de sí mismos. Aunque vemos que son capaces de adaptarse a los escenarios; en realidad, cuando somos pequeños, lo que conocemos es lo que sabemos del mundo», insistió.
Elementos estresores en estos menores
Enfatizó en que una guerra no es el único elemento estresor al que puede enfrentarse un menor en este tipo de situaciones. Dice Fausor que para el desarrollo de psicopatología muchos modelos explicativos hablan de que hay numerosos factores de riesgo, y que las situaciones estresantes harán que de alguna florezca esa psicopatología.
Con una guerra se supone que la persona que lo vive puede tener consecuencias físicas, con alguna herida o alguna perdida física, tal y como subraya esta psicóloga, pero es que también, puede perder a un ser querido, o debe migrar a otro país y con ello perder su hogar, su cole o, sus amigos, o su ambiente, por ejemplo. «Todos son estresores grandes y extendidos en el tiempo», afirmó.
En cuanto a los problemas que pueden surgir en estos menores, señala la experta que, según la literatura, sobre todo aparecen síntomas que están relacionados con la ansiedad, trastornos de ansiedad por separación, trastornos adaptativos, o de ansiedad especifica (agorafobia o claustrofobia); estado de ánimo bajo, o bien trastornos depresivos mayores; al mismo tiempo que mantiene que algunos niños tendrán problemas en el control de esfínteres, y aparecerá la enuresis. «En torno al 16% de niños y de adolescentes que se exponen a algún evento traumático desarrollarán estrés postraumático; el trastorno más frecuente cuando se pasa por un evento traumático tanto en infancia como edad adulta», agrega.
La resiliencia de los niños
A su juicio, es igualmente importante el poner el foco en que, a pesar de que la exposición a una guerra incrementa el riesgo de presentar problemas de adaptación o psicológicos, los niveles de esa sintomatología disminuyen a partir de los 6 primeros meses tras el suceso: «Con el tiempo esos síntomas van disminuyendo en intensidad, en frecuencia, y hay muchos niños que responden de manera adaptativa a ese escenario».
Considera la miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid y profesora asociada de la UCM y de la Universidad Internacional de Valencia que los niños tienen ese ‘poder’ de adaptación «tan grande» que son capaces de amoldarse a la situación que viven.
«De ahí es tan importante que, aun en situaciones tan críticas, se les pueda facilitar estrategias de regulación, de afrontamiento, y que tengan esas ventanas de deshago emocional porque, aunque se van adaptando, es bueno que además que las emociones sean expresadas y reguladas en lugar de ser eliminadas», defiende.
A su vez, en estos casos señala que es tan importante con los niños el fomentar las rutinas, incluso ante estas situaciones tan estresantes, porque esto les ayudará a estructurar y a tener esos patrones de seguridad que teníamos antes, esa sensación de control que les ofrecen las rutinas.
La importancia del apoyo vital
Por otro lado, le preguntamos a esta experta si cuanto más prolongado es el conflicto, más graves son los síntomas. Asegura que este factor sí estaría relacionado con más consecuencias psicopatológicas para los menores, si bien insiste en que hay una mezcla de factores que pueden influir en ello, o factores de protección.
Destaca que el apoyo social percibido, ‘que yo sienta que estoy siendo ayudado, no sólo que me ayuden, que haya personas que se vuelcan en mi bienestar, s otro de los factores de protección que, de manera más frecuente, se ha encontrado en los diferentes estudios.
Apunta que hay algunos relacionados con el propio individuo y en cómo afronta la persona el evento, las habilidades de gestión emocional, las capacidades o estrategias para resolver el problema y de afrontamiento de la situación: «Incluso las estrategias de regulación emocional y de inteligencia emocional se han visto que son variables que ayudan y que hacen de efecto amortiguador de aparición de sintomatología».
Pero otros relacionados con la familia, con el tipo de estilo educativo que han vivido, si es democrático o no, un estilo de crianza con límites, pero sin imponer una autoridad, respetando el desarrollo del niño. En este sentido destaca que los padres representan el modelo de gestión emocional de los eventos, y si uno de los progenitores se desborda es probable que el menor también lo haga.
En las escuelas también se han encontrado aspectos de protección, según prosigue esta psicóloga, y apunta a que el hecho de tener buena relación con el profesor, el que estén en contacto con amigos de referencia es igualmente importante, especialmente de cara a la adolescencia, el que puedan conectarse con sus iguales, siendo también un factor de protección, el apoyo comunitario, y el tener buenas relaciones sociales.
Precisamente, esta miembro de la Sociedad Española de Psicología Clínica (SEPCYS), el año pasado publicó junto con otras dos expertas una guía para ayudar a los niños que viven una guerra, pero también como soporte a nuestros niños que se preguntan o temen por las guerras. (Colaboración CyberNews)