Por Sara R. Marrero Cabán
GUAYANILLA – Desarrollar una carrera en la policía, con todos los riesgos que eso conlleva, es una ardua tarea para cualquier mujer y algo que nadie pone en duda. La labor se multiplica cuando se trata de una madre.
La comandante Iris J. Colón Santiago lleva 27 años en la Policía, desde la intervención con hombres que desafían la autoridad de una fémina encargada de imponer seguridad y orden hasta el indefenso niño al que debe poner a salvo, son algunas de las labores que ha tenido que asumir.
No obstante, sus dos hijas han estado siempre presente en su mente, tanto las noches que las dejó al cuidado de su esposo como en las épocas en que debió salir a toda prisa de su casa para llegar a una escena de un crimen o refugiarse a la espera de un fenómeno atmosférico.
“Todo era por el bienestar de mis hijas”, dijo Colón, quien conversó sobre su rol de madre estaba dirigido a que sus hijas llegaran a convertirse en profesionales y lograran el éxito.
“En los momentos que eran estudiantes muchas veces las sacrifiqué por el trabajo en el aspecto de que o no podía llegar a recogerlas, o que tenían que esperar que mamá llegara, ese tipo de circunstancias. Pero, dentro de todo, la satisfacción (es) que tengo dos hijas profesionales (y) las pude sacar adelante con el trabajo en la Policía”, recordó la villalbeña, quien reside en Guayanilla.
Durante la crianza de sus hijas, Erika Mairí y Karla Mairí, Colón Santiago rememoró que era necesario una labor colaborativa y sistemática entre ella y su esposo, Carlos González, para cumplir con los quehaceres del hogar y las responsabilidades laborales.
“Era una responsabilidad compartida. Yo no tenía mi familia cerca que me diera la mano con mis hijas, pero sí contaba con la ayuda de mi esposo (para) así dividir las responsabilidades entre mi esposo y yo y poder cumplir con (los deberes) de madre y con en el trabajo en la Policía”, describió.
“Como Policía, es sumamente difícil especialmente cuando los nenes son pequeños, en las edades menores. Cuando mis nenas eran pequeñas, tuve la obligación de trabajar el turno de noche. Mi esposo también era sargento de la Policía, y él trabajaba por el día y yo trabajaba por la noche. Entonces, entre ambos, nos dividíamos las responsabilidades del hogar, específicamente lo de las nenas. Yo me quedaba con las nenas durante el día cuando ellas salían a la escuela, entonces mi esposo las cuidaba por la noche”, añadió.
No fue hasta que vio a sus hijas convertirse en profesionales que su carrera dio un giro. Aceptó ser la directora del Negociado de Relaciones con la Comunidad y reportarse a trabajar, a diario, en el Cuartel General, en San Juan. Allí, lidera programas preventivos, como ofrecer consejos comunitarios de seguridad, control de drogas, capellanes, ayuda a deambulantes y programas de orientación para menores y jóvenes.
“Ser mamá es lo más grande. El yo ser mamá me cambió mi vida. Mi vida pasó a segundo plano. Todo fue por el bienestar de mis hijas. Me desarrollé y me sacrifiqué para que mis hijas estuvieran bien, para poder desarrollar a mis hijas, para lograr que fueran unas profesionales y yo, prácticamente, ahora después de que están mayores, tuve la oportunidad de trabajar en San Juan”, aseveró.
Colón Santiago reiteró que equilibrar las responsabilidades como agente y madre fue el reto mayúsculo. Por ende, el balance entre ambas facetas de su vida es una aportación que desea que otras emulen.
“(MI trabajo) ha sido un reto de muchas responsabilidades y experiencias buenas. Lo que queremos es dejar como legado, el que se puede manejar ambas facetas. Es un trabajo sacrificado.
No puedes abandonar el hogar, pero tampoco puedes abandonar tus labores como Policía”, señaló la abuela de Samantha.