Por Sandra Caquías Cruz
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Alipio Borges Cuevas narra con detalles lo que sufrió cuando su cuerpo quedó postrado en una cama y debían alimentarlo con biberón porque no podía tragar debido a su enfermedad de Parkinson.
El hombre, de 80 años y quien fuera agricultor y subdirector de lo que hoy se conoce como CESCO, solo pensaba en que sus días estaban contados y cómo su condición iba destruyendo las pocas fuerzas que le quedaban a su esposa, María Martínez Crespo, para atenderlo y hacerle todo en cama.
Don Pipo, quien tiene 57 años de casado, estaba consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, pero inmóvil. La doctora y sus allegados aprendieron a interpretarlo con las pocas señas que podía hacer. Fue desesperante, narró.
No lo podían operar por su avanzada edad y el cuerpo ya no asimilaba el medicamento, algo que, según explicó, les ocurre a casi todos los pacientes de Parkinson. La doctora le habló de una nueva terapia, que en palabras simples, se trató de llevar el medicamento a un punto donde el cuerpo no lo podía rechazar.
La opción era colocarle una sonda que le llevara el medicamento directo al intestino delgado. Con un pequeño aparato, similar a un holter, el cual carga en un chaleco. La pequeña maquina se encarga de suplir de manera equilibrada -durante las 24 horas- la medicina, la cual consiste en un líquido viscoso. Cada ‘casete’ con el medicamento dura 24 horas.
Nancy Borges Martínez, hija única de don Pipo, describió que tan efectivo es el medicamento que cuando su papá está 24 horas sin medicamentos vuelve a quedar postrado sin poder moverse. Eso le ocurrió cuando tuvieron que cambiarle el catéter, pero salió de la sala de operaciones caminando, destacó.
Don Pipo, oriundo de San Lorenzo, narró que la primera sospecha de que algo estaba mal en su cuerpo la notó su esposa, quien en el 2007 se percató que caminaba arrastrando el pie derecho. Decidieron acudir el médico e inmediatamente y le dijeron que era Parkinson.
“El neurólogo me dijo ‘tienes Parkinson’. Ahí se me acabó el mundo. A mí la mente se me quedó en blanco. Yo no veía vida. La familia cayó también con esta preocupación, porque el Parkinson es progresivo”, relató la cuarta persona que en Puerto Rico sometieron a ese tratamiento y el primer caso que hizo la doctora Serrano.
Ni la hija ni un médico amigo de la familia querían aceptar el diagnóstico hasta realizar pruebas más específicas, que finalmente lo reconfirmaron.
“Llegó un momento en que quedé encamado. No me podía mover de la cama tenía que hacerlo todo en la cama; y eso fue terrible”, describió.
Explicó que tan pronto comenzó con el tratamiento se levantó de la cama y pudo volver a caminar. “Estoy caminando. Eso me revivió. Ahora soy feliz, porque por lo menos ahora puedo andar con la familia”, dijo el hombre que casi a diario visita un centro comercial con su esposa para caminar y distraerse con amigos.
Los fines de semana acostumbra salir a “chinchorrear”, describió. “Nosotros vamos por toda la isla de ‘chinchorreo’. Vamos a Cabo Rojo, vamos algún restaurante… la semana pasada estaba en Ciales”, dijo.
Precisamente, en uno de esos ‘chinchorreo’ se cayó con el desnivel del piso y tuvieron que llevarlo a la sala de operaciones a sacarle una sangre que se le acumuló en la cabeza.
Desde ese incidente, ocurrido días antes de Semana Santa, camina con bastón y con un poco más de dificultad, pero poco a poco recobra su agilidad. “Me siento bastante bien. Estoy caminando de nuevo”, dijo.
“Estoy vivo. Estoy feliz”, expresó.
Don Pipo destacó que antes hablar del Parkinson era opinar de una enfermedad desconocida. “No había los estudios ni los adelantos médicos, pero hoy día te darás cuenta de que no hay por qué acortarse a morir, que hay vida otra vez, que la persona puede volver a hacer una vida”, subrayó.
“Esta terapia no son una panacea, necesitan el respaldo de la familia. Yo he tenido la suerte que tengo una hija y una esposa que se creen que tiene a una joyita; y una nieta que, aunque no está en Puerto Rico, siempre está pendiente de cada movimiento”.
“Gracias a Dios me encuentro bien, dentro de las circunstancias. Le recomiendo a todo el que tenga Parkinson, que busque ayuda”.
Explicó que su medicamento es costoso, pero una parte se lo cubre el plan médico y otra una entidad estadounidense dedicada a ayudar pacientes con esta enfermedad.
¿Qué no ha hecho? “No estoy viajado (en avión) porque hemos tenido tantos inconvenientes”, respondió antes de señalar que desea “por lo menos viajar en crucero”.