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Pizzería bajo carpas en La Joya de Guánica

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Por Floridalia Cortés Arroyo

fcortesredaccionnoticia@gmail.com

 

GUÁNICA – “Cuando amaneció, que salió el sol, fue que pude ver lo que estaba pasando. Por la oscuridad y el susto yo no había mirado bien, pero cuando salió el sol, eso fue como un baño de agua fría que nos tiraron encima”.

Así Maryeli López Varelo, propietaria de la Pizzería y Colmado la Joya, ubicada en la comunidad La Joya de Santa Rita, en Guánica, el pueblo más afectado con el terremoto, describió aquellas primeras horas tras el devastador sismo.

El terremoto del día 7 de enero desestabilizó lo que por 12 años se había convertido en el negocio familiar y el principal sustento de Maryeli y su esposo Melvin Feliciano Arlequín.

“Es bien fuerte porque nosotros utilizamos todos nuestros ahorros para arreglar este lugar. Esto era una estructura de madera y queríamos hacer un edificio de cemento que fuera fuerte y resistente. Jamás nos imaginamos que íbamos a pasar por esto”, expresó.

Las varillas expuestas y grandes grietas en las paredes y en el piso del negocio, eran algunas de las secuelas que el gran sismo había dejado en la estructura.

El temor de que el edificio se desplomara estaba latente y aumentaba con cada temblor adicional.

 

 

“La verdad es que mi esposo y yo estábamos en shock. Gracias a Dios que un buen amigo de ambos nos animó a sacar el equipo y las cosas que pudiéramos salvar. Cuando vi que estaban vaciando la pizzería pensé que ese era el final de tantos años de sacrificio. Ese día lloré, lloré mucho”, dijo Maryeli con voz entrecortada.

Además de los daños en el negocio, la familia se vio obligada a dejar su casa porque el terreno estaba cediendo. Se mudaron a una caseta de campaña en el patio de la pizzería; espacio donde refugiaron a 66 personas.

A pesar de la difícil situación, tanto Maryeli como su esposo Melvin se llenaron de ánimo y decidieron que no se iban a rendir. Arreglaron un pequeño ranchón de madera que utilizaban para guardar carros y lo ubicaron a un costado de la pizzería. Colocaron dos hornos dentro de la pequeña estructura, acomodaron utensilios y materiales, y comenzaron a trabajar en su nuevo proyecto: una pizzería bajo carpas.

“No fue fácil porque nos enfrentamos a otra realidad; Guánica estaba vacío. Las calles estaban desiertas y las pocas personas que quedaban no podían darse el lujo de comer fuera”, narró la empresaria antes de resaltar que pasaron días sin ninguna ganancia económica.

Hoy día, la pizzería ha aumentado poco a poco sus ventas y Maryeli asegura que van a volver a la normalidad y se van a levantar.

“Yo llegué a reclamarle a Dios que porqué nos había pasado esto a nosotros, pero uno aprende a valorar las cosas que realmente importan. Mi esposo y yo no hacíamos otra cosa que no fuera trabajar y pagar las deudas. Hoy día compartimos con mucha gente buena. No tenemos lujos, pero hemos formado una comunidad. Hemos servido a otros y también nos han servido. ¿Qué más podemos pedir?”, expresó la joven comerciante.

Varias carpas, un viejo ranchón de madera, perseverancia y mucha fe, bastaron para que esta pareja se reinventara en medio de su crisis.

Maryeli y Melvin, gente como tú que nos recuerda que siempre hay una salida y que todos tenemos la capacidad de levantarnos y volver a empezar.

 

La pizzería ha aumentado poco a poco sus ventas y Maryeli asegura que van a volver a la normalidad y se van a levantar. Fotos: Tony Zayas