Por Sara R. Marrero Cabán
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SANTA ISABEL – Las tierras sureñas se caracterizan por su fertilidad y la gran cantidad de frutos que produce para el consumidor local y para la exportación.
Pero mucho de ese fruto se pierde porque la compensación no satisface a los obreros.
“Es duro. Si te gusta, te quedas, y por necesidad”, dijo Juan Colón mientras recogía calabazas del suelo para lanzarlas a otro obrero antes de que llegara a un camión en el que serían sacadas del campo.
“No hay otro lugar”, soltó. “Aquí me dieron la oportunidad”, dijo a Es Noticia mientras con la mirada buscaba la próxima calabaza que estaría agarrando de las enredaderas, en la Finca Descalabrado.
En su mayoría, los obreros reciben el pago mínimo de $7.25 la hora sin beneficio.
Dependiendo de la finca, les otorgan una compensación adicional solo si superan la demanda diaria. Por ejemplo, a los obreros que llenen más de 78 baldes de tomates -en siete horas- en la Finca Gargiulo se les otorga 75 centavos adicionales, por balde sumado. Más allá de eso, no existe otro beneficio.
“Uno de los problemas que tiene Puerto Rico es que el salario mínimo lo consideran como lo máximo a pagar”, subrayó el obrero yaucano Nedison Rodríguez Acosta mientras descansaba tras estar desde temprano en una madrugada recogiendo tomates.
¿Trabajo cómodo?
A pesar de la poca retribución, el secretario designado del Departamento de Agricultura, Ramón “Pirul” González Beiró, hizo un llamado a que la población se motive a unirse a esta fuerza laboral, asegurando que es un trabajo “cómodo” y adecuado para todas las edades.
“Ellos dicen eso, pero no lo es”, respondió sorprendido y entre risas el supervisor de la Finca Descalabrado, Josean Cruz.
“Queremos alentar nuevamente y promover esto (la agricultura) como un destino de empleo digno, donde pueden trabajar desde personas mayores, mujeres, recién graduados de ‘high school’. Es al sol, obviamente, pero es un trabajo cómodo, tranquilo donde no hay presión de gente encima de ti, bien protegido en el sentido de posibles contagios por el COVID(-19). Así que, lo que queremos es que la gente llegue”, adujo el titular de Agricultura durante su visita breve en la Finca Gargiulo el pasado miércoles, 13 de enero.
Alexander Torres, quien ha trabajado en la Finca Descalabrado por los pasados tres años-reaccionó con una carcajada y negando con la cabeza la descripción del secretario designado. Por lo contrario, señaló que para ese tipo de trabajo tienen que mantener una salud física óptima y “cogerlo suave” para tener el vigor necesario.
Igualmente, los obreros describieron que, adicional al imperdonable sol, la labor pesa físicamente, ocasionando que la espalda y rodillas se lastimen.
Hasta para llegar a las fincas, muchos no cuentan con transportación, por lo que dependen de familiares y colegas.
Efecto dominó
La poca recompensa que reciben los obreros agrícolas también afecta a los encargados de las fincas, ya que se han visto obligados a reducir las cuerdas sembradas y pierden gran parte de sus cosechas.
“De tomates, lo que tenemos este año son 285 (cuerdas)… Normalmente, tenemos entre 300 a 350 anuales. Este año ya estamos en 285 por esta situación”, detalló Guillermo Fernández, gerente de la Finca Gargiulo, quien mencionó que necesita cerca de 300 empleados para recoger tomates.
“Estamos, quizás, en nuestro peor momento, por lo que yo llamo la crisis de empleo que sufre la agricultura, no solamente en este sector, sino en el café, la leche, todos los sectores, las piñas”, indicó González Beiró.
Aparte de la compensación exigua, la merma de obreros se podría asociar al éxodo masivo que ha sufrido la isla en los pasados años tras los huracanes del 2017 y los sismos del 2020. De igual modo, las ayudas por la pandemia del coronavirus y por desempleo han desanimado a muchos.
“Esto ha provocado una problemática alarmante, ocasionando la pérdida de las cosechas. Tristemente, aunque las ayudas federales han sustentado familias por todos estos meses, nos trae un problema de mano de obra, porque mucha gente prefiere quedarse en sus casas en lugar de ir a trabajar. Esa es nuestra lucha”, reiteró el secretario.
Para noviembre de 2020, la tasa de desempleo en Santa Isabel era de 9.2%, con 736 personas desempleadas de las 8,027 personas que componen la fuerza trabajadora, reportó el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos (DTRH).