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Terremoto estremece su ilusión, pero no la derrumba

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PEÑUELAS – “En las noches, mientras velo el sueño de mi familia, le pido a Dios que me ayude y me dirija”, expresó Sixto Aponte Mercado, un joven peñolano que lucha día a día para obtener el sustento de su hogar.

Sixto se vio obligado a dejar atrás el espacio que, por 12 años fue su esquina de trabajo y donde ubicaba su pequeño negocio de comida. Justo en la entrada del pueblo de Peñuelas y al lado de la carretera número 2, el joven detenía su carro de comida y, desde temprano, deleitaba a sus clientes con sus hot dogs, hamburgers y empanadas de yuca.

“Luego del terremoto, no pude regresar a mi área de trabajo. Un tubo de agua se rompió en la carretera. Ya el tubo lo repararon, pero la carretera quedó destrozada y se levanta demasiado polvo. No es posible vender comida allí”, explicó el pequeño empresario.

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Durante los primeros días, luego del terremoto, el miedo impidió que Sixto se separara de su familia, pero según pasaba el tiempo, su mayor preocupación era cómo obtener el sustento económico para mantenerlos.

“Todo, tuve que botarlo todo”, contó el joven con voz entrecortada y explicó que, debido a la falta de servicio eléctrico, perdió la compra de su negocio.

“Una mañana me levanté y decidí que no podía rendirme. Busqué el poco dinero que tenía guardado y volví a comprar las cositas. Todavía no sabía dónde me iba a parar a vender, pero algo tenía que hacer porque no podía quedarme de brazos cruzados”, contó el joven padre de una niña de 4 años y un niño de 2.

“Finalmente decidí parar mi carrito aquí, frente a la pista, donde está ahora el refugio. Si uno lo piensa bien, este no es un lugar muy estratégico porque ahí están los refugiados y a ellos les dan comida, pero yo dije que no me iba a rendir y aquí estoy”, expresó.

Según Sixto, en la actualidad, sus principales clientes son los trabajadores del Municipio de Peñuelas y algunas personas que van al refugio a llevar suministros. Además, contó que muchos de sus antiguos clientes le han llamado para saber de él y llegan hasta el nuevo lugar en busca de sus productos.

“No puedo negar que consideré irme del país. Es bien difícil cada vez que veo a mi nena de 4 añitos llorando, afectada, con miedo. Ha sido fuerte, pero seguimos de pie. Le he pedido mucho a Dios y comprendí que la clave es luchar. Hay que luchar dondequiera que estemos, sea en Puerto Rico o afuera, porque dondequiera pasan cosas”, expresó el peñolano y añadió que hay que ser agradecidos por todo lo que tenemos.

Según Sixto, su familia es el motor que cada día lo mueve a intentarlo una y otra vez.

“Cada noche doy gracias a Dios por permitirme velar el sueño de los míos. Cuando veo el amor y la inocencia de mis hijos, me confirmo a mí mismo que vale la pena seguir. Las cosas van a mejorar, yo lo sé. Tarde o temprano van a mejorar”, expresó el joven empresario.