Por Nydia Bauzá
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CUBA – Contrario a la percepción general que se difunde en Puerto Rico y en otros países sobre estas tierras caribeñas, hay una Habana vívida, llena de juventud y de gente en las calles, que a pesar de las dificultades que enfrentan, disfrutan su vida cotidiana con intensidad.
Llegamos el domingo temprano en la tarde a la capital cubana, las temperaturas eran bajas por un frente frío que llegaba del norte. La mayor de las Antillas sufría de un apagón nacional, -el cuarto en los últimos meses- por fallas en el envejecido sistema eléctrico y escasez de combustible, en momentos en que la administración Trump endurece las sanciones del bloqueo económico impuesto a la isla desde 1960. El día de nuestro arribo la electricidad se restableció a las 9:00 de la noche, aunque en algunos sectores se mantenían cortes del servicio en horarios intercalados.
“Se va la luz aquí, en tu país (Puerto Rico) también se va y en un montón de países se va. Lo que pasa es que donde único se forma el búmeran es con Cuba. Aquí estamos y estaremos los que creemos. Los que queremos estar, estamos aquí”, expresó a Es Noticia la cubana María Fernández, quien hacía la cola en la emblemática heladería Coppelia, en el Vedado, centro político y administrativo habanero, que forma parte del municipio Plaza de la Revolución.
“Este es mi país y como tal, en él vivo. Aquí me crié, me desarrollé, estudié, tengo familia. Aquí estoy y estaré”, remarcó Fernández.
“Estamos ahora en el Coppelia. Todo el mundo viene aquí a pasar un rato, viene de paseo. Yo vivo cerca, pasé y como la cola no está tan grande, hago mi cola, me tomo mi helado. Son los mejores, bien económicos. En los particulares (negocios privados) están más caros, pero aquí están bien”, indicó la mujer, quien es natural de Cienfuegos y reside hace 20 años en La Habana.
La icónica heladería que lleva el nombre del ballet cómico sentimental Coppelia, es una cadena estatal de helados típicos de Cuba en la que se atienden unos 35 mil clientes al día. Siempre hay largas filas. Este año la tienda de La Habana fue remozada con nuevos precios. Una bola de helado tiene un costo de 25 pesos cubanos (1.04 dólar estadounidense), en la llamada Catedral del Helado.
A María Fernández la acompañaba su nieto menor de 15 años, Yandrio, quien cursa el primer año en la preparatoria para estudiar la carrera de maestro.
“Todo el que estudie y que trabaje, no tendrá todo, pero sí, tiene una buena base para vivir, para tener el plato de comida, para atender a los hijos y a los nietos. Se vive, claro que se vive en Cuba”, sostuvo Fernández, de 58 años.
Cerca de la heladería se ubican varios edificios de las facultades de Economía, Geografía y Diseño de la Universidad de La Habana y varios universitarios, se agrupaban para participar en la ceremonia inaugural de los Juegos Caribe, una competición deportiva entre las facultades y departamentos de la universidad.
“Me preparo para obtener una licenciatura en economía, para ejercer como economista”, expresó la joven de 19 años, Daniela Pérez, quien es natural de la provincia de Holguín.
“Nuestro día en la universidad es excelente, super motivado, los profesores son magníficos, las clases son dinámicas. También vienen profesores del Centro de Estudios de la Economía Cubana y hacemos muchas actividades extracurriculares”, detalló.
Otra joven universitaria, Vanesa González, de La Habana, también elogió los cursos de la Universidad de La Habana, fundada en 1728. “Disfrutamos las clases y los profesores nos hacen las clases más amenas”, dijo.
En el barrio El Avioncito, una comunidad pobre, varios jóvenes y niños se cantaron fanáticos del cantante puertorriqueño de música urbana Bad Bunny. “Debí tirar más fotos de cuando te tuve”, tarareó Marco Alvarez, de 16 años, mientras, Álvaro Alejandro Pérez, también de 16 años, dijo que su disco favorito es Un verano sin ti. “Aquí todos somos fanáticos de Bad Bunny, acá lo estamos esperando. ¡Que Bad Bunny venga a Cuba ya!”, exclamó una joven, que solo se identificó como Adriana.
En la Habana Vieja salen al paso enseguida los choferes de los remodelados automóviles antiguos de marcas americanas con ofertas para llevar de paseo a los turistas por el malecón. También, pudimos apreciar la arquitectura del Capitolio cubano, del precioso Teatro del Ballet Nacional, y de la Catedral. Visitamos librerías y en casi todos los negocios y restaurantes había música cubana en vivo, como en La Floridita y la Bodeguita del Medio, donde la gente se contoneaba al ritmo de Guantanamera, El Cuarto de Tula y de otras icónicas piezas del son cubano.
“Para mí La Habana es vida, es alegría, es elocuencia, es una fuente de conocimiento. Las personas que la transitan transmiten eso, es La Habana de nosotros y de ustedes también”, dijo Rafael Mayet, de 23 años, vendedor ambulante de libros de historia.
“En La Habana uno puede conocer la cultura, la historia, las tradiciones y sobre todo, sentirse acogido por los cubanos de pueblo”, agregó el joven habanero.
Era nuestro último día en la capital de Cuba. En algunas de las calles, como en la Calle Obispo, se nos acercaron personas a pedirnos “una ayudita para comer” y al día siguiente, de vuelta en San Juan, nos abordaron los muchachos que piden dinero en los semáforos para la cura de la droga…
