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Complicidad en el amor

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Por Sandra Caquías Cruz

redaccion@esnoticiapr.com

 

YAUCO – Irma Angélica Muñiz Arroyo apenas tenía 11 años cuando flechó al que hoy es el padre de sus tres hijos y con quien comparte seis décadas de relación: Miguel Ángel Gutiérrez Oliveras.

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La pareja, tras una vida juntos, reside en el barrio Almácigo Bajo, sector La República, en Yauco, el pueblo en el que nacieron y que se unió a ellos en momentos duros, como la muerte de una de sus hijas con cáncer y la recuperación de Muñiz Arroyo, también del cáncer.

Llegar al hogar de los Gutiérrez Muñiz, en una estrecha carretera entre casas y vegetación, es un respiro con olor a campo y tranquilidad. El Rancho de San José, así bautizaron un espacio que dedicaron para área de esparcimiento familiar, un área rústica a la entrada de la propiedad.

La entrada de la residencia la vigila la foto de Rosana, la hija de la pareja que murió hace cinco años de cáncer y para quien dedican una Fundación Rincón de Esperanza, con la que buscan llevar alivio a los afectados por esta enfermedad.

Gutiérrez Oliveras fue maestro de matemáticas toda su vida. Ella fue enfermera en la Sala de Emergencia de un hospital en San Germán. Nunca manejó auto. Su esposo la llevaba al trabajo, incluyendo los turnos de nocturnos, y la iba a buscar en las mañanas.

La unión por tantos años, se casaron el 29 de mayo de 1965 y fueron novios varios años, la atribuyen a que han sido persistentes en su fe católica, la misma que se han dado a la tarea de esparcir con cruzadas de oración.

En estas cruzadas de oración, las que realizan un día a la semana, llevan la imagen de la Virgen María a una residencia y allí la dejan, tras rosarios y peticiones, para la semana siguiente llevarla a otra residencia. En ese peregrinar caminan juntos, con hijos, ocho nietos y dos biznietos.

Sentados en el sofá de la sala, la pareja recordó sus historias de adolescente. Mientras, su único hijo varón los escuchaba desde el comedor y les ayudaba a recordar uno que nombre u ocasión.

La pareja conserva sus cartas de novios, en plena adolescencia. Él, cuatro años mayor que ella, se graduó de cuarto año. Se fue a estudiar pedagogía en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ella siguió estudiando hasta completar su cuarto año. Él viajaba pidiendo ‘pon’ y hacía relevo de autos para regresar a Yauco.

Tan pronto él se graduó, regresó y se casaron. Ambos muy jóvenes. Ella vistió de novia al altar. Se casaron por la iglesia católica y desde entonces están juntos. Ella estudió un grado en enfermería y trabajó en esa profesión hasta retirarse. Él fue el maestro de matemáticas de casi todos los yaucanos que para las décadas de 1970 y 1980 pasaron por la escuela superior.

Muñiz Arroyo insistió en que ha sido sus crecencias en la fe católica la que los ha mantenido unidos. Recordó que a principio de su matrimonio acudió a un cursillo de cristiandad que los preparó para, en los momentos difíciles, aferrarse a la fe.

“Me ayudó a ser una mujer de fe”, dijo Muñiz Arroyo. “Si no fuera por la fe y la oración”, comentó cuando habló de los momentos difíciles como la muerte de su segunda hija.