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Los niños en medio del resguardo por el coronavirus

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Por Heidi L. Carrero Vallés, M.S.

Especial para Es Noticia

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Es de conocimiento que nos encontramos en una situación para la que nadie estaba preparado. El COVID-19 es un virus agresivo y de rápido contagio.

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El conocimiento que tenemos es que los virus dependen de un huésped o una célula para poder multiplicarse. Lo que resulta que nosotros los humanos somos el huésped del virus, así que nos prefiere a nosotros sobre cualquier organismo vivo que exista en el planeta.  

La forma en que podemos detener un virus como este es minimizando el contacto unos con otros, y ese es el mayor problema con los niños. 

Los niños por su naturaleza quieren socializar. Si un niño escucha que en la calle hay gritos y risas de otros niños va a querer salir de su casa exponiéndose a peligros.

Parece algo extremo que si un niño no presente síntomas vaya a contagiar a otro, pero investigaciones realizadas en China, al comienzo de la epidemia del COVID-19, encontraron que los niños se infectaron. La mayoría de esos niños presentaron síntomas leves que no requieren hospitalización.

En los niños, el COVID-19 puede estar presente de manera asintomática,  lo que significa que no necesariamente va a presentar las características de la enfermedad como en los adultos.

Los niños y los adolescentes en su  mayoría poseen un sistema inmunológico fuerte, lo que representa que sus células combaten con mayor eficiencia la entrada del virus al cuerpo.

Imagínese que dejas jugar a tu hijo con el vecino y resulta que el padre de ese niño es de una de las profesiones que puede salir a trabajar o exponerse al público. Ese padre no lo sabe aún, pero se infectó con el virus. A su vez, ese niño se contagió al estar en la misma casa, porque resulta casi imposible practicar el distanciamiento social con tu hijo en tu propia casa.

Cuando en la tarde ese mismo niño pidió salir a la calle a jugar con sus amigos, si estuvo en un espacio menor de 3 a 6 pies, tal vez tosió o simplemente compartió la botella de agua o sus juguetes favoritos, todo eso ajeno a lo que en realidad estaba pasando.

¿Qué ocurrió? No solo está infectada por COVID-19 la casa de ese niño, sino que también la casa de su vecino, tal vez la del abuelito que lo fue a cuidarlo, y así sucesivamente continúa la cadena de contagio.

Esa situación podría agravar si el padre está vigilando a sus hijos y todos se reúnen para estar en una marquesina haciendo una “fiesta improvisada”.

Tal vez, estas palabras suenen un poco exageradas, pero es lo que ocurre cuando los adultos no buscamos formas creativas de entretener a los niños dentro de las casas. 

La orden administrativa que limita el que las personas estén fuera de su casa no excluye a los niños. Lo que significa que nadie puede estar en la calle reunido con otros durante el día y ese nadie incluye a los niños y adolescentes.

Podemos aprovechar este tiempo para conocer a los niños y saber cuáles son sus intereses. No es tiempo de fiesta, es tiempo de ser solidarios. 

La solidaridad en estos momentos de pandemia se muestra manteniéndonos en casa y así reducir el contagio persona a persona, porque los niños también son personas. 

Nosotros como puertorriqueños hemos demostrado solidaridad y hemos sido ejemplo para el mundo. Que esta emergencia no sea la excepción.

La autora estudia un doctorado en Salud Pública con concentración en Epidemiologia, en la Ponce Health Sciences University.