Por Nydia Bauzá
Fotos y vídeo: Héctor Santiago
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ADJUNTAS – Las miradas se cruzan, estallan las risas, los nudillos se conectan. La afinidad entre Alexis Massol González y Arturo Massol Deyá aflora en sus historias de vida, en las luchas en defensa de bosques y ríos, de afirmación territorial, en proyectos de independencia energética, en promover la autogestión comunitaria desde Casa Pueblo. Pero, más que conexión, entre padre e hijo, hay complicidad.
Altas temperaturas y cielos brumosos dominaban la tarde de principios de junio, pero en el número 21 de la calle Concordia, en Adjuntas, solo se percibía la calidez de una sólida relación filial. Por la puerta de dos aguas de la casa en madera y zinc de Alexis Massol González, se colaba una brisa suave que refrescaba la acogedora estancia, domicilio que el ingeniero civil compartía desde 1990 con su fenecida compañera de vida, Faustina (Tinti) Deyá Díaz. El matrimonio adjunteño tuvo cuatro hijos: Alexis, Alex, Arturo y Ariel, quien perdió la vida en 2009 por una descarga eléctrica.
En la casa, desde donde la familia afianzó sus proyectos ambientales, entrevistamos a Alexis y Arturo Massol. La vivienda, remodelada con energía solar, fue adquirida en 1955 por la progenitora de Massol González y cada rincón alberga fotografías, recortes de periódicos, placas de reconocimiento y figuras que atestiguan las luchas comunitarias y patrióticas de la familia Massol Deyá.
“Desde niño, ahora adulto, más que de padre e hijo, esta es una relación de amigos, de compañeros de trabajo, de luchas. Existe una relación que puedo decir de iguales a iguales. Así ha sido siempre”, describe el padre de los Massol la relación que mantiene con su tercer hijo, el científico Arturo Massol Deyá.
“Lo único que añadiría es de complicidad también, de cosas que no se tienen ni que decir, hay mucha complicidad”, remachó Arturo.
Tanto padre como hijo hurgan en los recuerdos del álbum familiar del que brotan múltiples anécdotas de la finca en el sector Olimpia, donde se levantó la familia en los años de 1980.
“De las cosas que más recuerdo y que más disfruté era bañarme con los cuatro hijos míos debajo del aguacero. Empezábamos con ropa y después terminábamos sin ropa ninguna. Era como una diversión sana y creo que eso nos ayudó a nosotros, a ellos y a mí, a entender la naturaleza, a respetarla”, compartió Massol González con Es Noticia.
Contó que desde que eran novios Tinti le pidió que le construyera una casa en La Olimpia y a mediados de 1970, edificó la estructura en madera nativa con árboles de roble y cedro del barrio Frontón de Ciales.
“Era una casa especial con madera rolliza y cristales, allí nos criamos todos”, dijo y recordó que la familia se estableció primero en Río Piedras.
La crianza en La Olimpia
“En el bosque La Olimpia -Arturo señala a la montaña- allí fue donde nos criamos y era como vivir a lo natural. De Alexis, nosotros aprendimos a hacer casitas en los árboles, a hacer cuevas en la montaña, a bañarnos en la lluvia. Teníamos cabros, cabras, gallinas, conejos, gansos, había que cuidarlos. Desde chiquitos estábamos sembrando pimientos y tomates. Esa inmersión con la naturaleza, con seres vivos fue importante en construir esos arraigos que tenemos con Adjuntas, con la naturaleza y con este país”.
El padre de los Massol rememoró también cómo se unía a sus hijos cuando después de correr descalzos la lluvia retozaban enfangados en el barro colorao, distintivo de la altura. “Era como vivir en libertad, éramos libres. Ellos se bañaban en el bache y nos tirábamos rodando (por la tierra). Era una diversión grandísima, pero yo creo que era una praxis de la libertad, porque hacíamos lo que más o menos, sentíamos”, describió.
También le llegan a la memoria las imágenes de Arturo y de Ariel, de niños, repartiendo boletines en la Plaza de Adjuntas en contra de la explotación de las minas de cobre en Lares, Adjuntas y Utuado, una cruzada que el ingeniero lideró con éxito a principios de 1980 de la mano de Doña Tinti y de otras figuras de la sociedad civil.
De su hijo Arturo, dijo que ha aprendido muchas cosas. “Arturo es comedido, he aprendido de su inteligencia y cuando estaba en la escuela superior tenía sus propios grupos de lucha, eran estudiantes en contra de las minas. Cuando muere don Juan Antonio Corretjer, Arturo participa en el entierro y en la escuela él iba a recibir el reconocimiento más alto, pero se lo negaron por eso”, reprochó. Agregó que cuando Arturo obtuvo su doctorado en microbiología en la Universidad de Michigan, doña Tinti le llevó el diploma “a los maestros que le negaron el reconocimiento”.
Destacó que entre él y sus hijos ha habido un proceso de aprendizaje y de humildad. “Los cuatro nunca me han dicho papá, siempre me han dicho Alexis y a su mamá, Tinti. ¿Yo no sé por qué?”, dice riendo, mientras Arturo, replica: “Yo tampoco. No sé si era porque nos estábamos criando ahí en el monte entre iguales”.
La persecución
Para Arturo el regalo más grande que ha podido recibir de sus padres son sus tres hermanos, Alexis, Alex y Ariel. “Todos mis recuerdos de la infancia son muy bonitos, positivos, pero nos pasaron cosas”, rememora el microbiólogo y profesor universitario.
“(Recuerdo) el día que llegamos y la policía nos había ahorcado la cabra”, sostiene.
Su padre relató que ese día toda la familia había ido a protestar a Guánica por la invasión de Estados Unidos a Puerto Rico. “Cuando llegamos habían entrado a la casa, no encontraron nada, pero ahorcaron la cabra y la dejaron a la entrada del garage. Esas historias son parte de la represión, nos dolió mucho, nos afectó, pero tambien nos dio mucha energía para seguir adelante”, remontó Alexis.
Arturo narró que en otra ocasión iba para la escuela y en el camino que solo conducía a su casa había un policía en un jeep. “Fui a increparlo porque ya estaba un poco cansado, se había metido muchas veces, era hostigamiento y en eso de matar las mascotas había desprecio a la vida, pero mirando en retrospectiva, eso ha sido una de las distinciones más grandes que hemos recibido, que se sintieran amenazados por nosotros defender el bosque”, sostuvo el ambientalista.
“Desde que nosotros estamos en la defensa de este país, de sus aguas, de sus bosques, en la lucha en contra de las minas, ha habido mucha represión, hemos sido carpeteados. En las carpetas y en los informes (de la desaparecida División de Inteligencia de la Policía) aparecen mis cuatro hijos”, apuntó Massol González.
Estableció que fueron encarpetados desde que se reunían en el Taller de Arte y Cultura, preludio de Casa Pueblo. “Hay carpetas de antes y después de Casa Pueblo”, detalló. Considera sin embargo, que la vigilancia contra la familia “no ha terminado”, pues contó que en un viaje con Tinti de crucero por el Caribe, en Saint Thomas, el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos les registró el camarote.
Arturo anotó que además de la vigilancia de la policía estatal ha sido objeto de registros innecesarios en vuelos internacionales
Día de los Padres para los Massol
“Celebramos el día de los Padres, pero no es que estamos esperando ese día para celebrar y compartir, lo hacemos muy natural”, dice Alexis Massol.
Expresó que la crianza de sus hijos también fue de aprendizaje para él y su esposa. “Cuando estamos empezando a levantar la familia, anuncian la minería y ahí nace la revolución del amor ”, dijo el ingeniero, quien próximamente presentará su más reciente libro “Las cartas de Tinti y Alexis, revolución del amor en tres tiempos”.
Arturo sostiene a su vez, que la crianza de él y sus hermanos se dio en un escenario no tradicional en el que la noción de familia no sólo era de sangre. “Era la gente que estaba luchando también con mis papas aquí en Adjuntas, cuando venían acá y todos los amores que nos daban y la gente de la comunidad. Hay que sentirse bien dichoso de celebrar el Día de los Padres, pero celebrarlo dentro de un contexto de lo que ha sido ese trayecto de vida”, puntualizó el microbiólogo, padre de Corali, Gabriela y Andrea, casado con la también activista comunitaria, Mari Mari Narváez.
Pase de responsabilidades no de batón
“(En Casa Pueblo) no hay relevo, hay continuidad, evolución y un compromiso permanente”, afirma Alexis Massol, quien se mantiene como fundador del proyecto de autogestión comunitaria y su hijo, Arturo, es el director ejecutivo.
“Lo que yo hacía antes lo hace ahora Arturo. Ahora yo hago otras cosas donde puedo aplicar la sabiduría que he obtenido para aconsejar desde mi mirada”, sostiene el ingeniero adjunteño de 82 años, reconocido en 2002 con el premio internacional Goldman, equivalente al Nóbel del Ambiente.
Alexis Massol y Tinti Deyá fundaron Casa Pueblo en 1985 en una antigua casona que adquirieron levantando peso a peso con ayuda de la gente, de artistas y líderes culturales, que auspiciaron conciertos, pasteladas y otras actividades de recaudación de fondos.
Además de mantener el Bosque Escuela La Olimpia y producir el Café Madre Isla, en la rescatada escuela Washington Irving, Casa Pueblo, ha establecido un cine solar, un laboratorio de ecología, una escuela de música y una galería de arte. También cuenta con una emisora de radio solar y una residencia para estudiantes que persiguen grados de maestría y doctorado en asuntos ambientales.
“Muchos grupos comunitarios están haciendo cosas buenas en Puerto Rico, nosotros somos un modelo, hemos ido construyendo una conciencia ecológica y Casa Pueblo va a seguir porque este proyecto tiene un compromiso con el presente y futuro del país. Siempre estamos mirando un poquito más allá”, estableció Alexis Massol González.